RECUERDOS
Era de noche,
y la casa estaba tranquila y en completo silencio. Erin entró sigilosa, aún con
la capa puesta y se dirigió a la cocina. Tomó un vaso de agua, y después de
beberlo, lo colocó en su sitio y se dirigió al salón. Como vio que todo estaba
tranquilo, se dirigió a las escaleras, para subir a su habitación, cuando de
repente, Troiik, que se hallaba tumbado en el sofá con la manta hasta el cuello,
se incorporó y saludó:
–Bienvenida a
casa, Erin
La Elfa se
giró sin apenas haberse asustado, se quitó la capa, y la dejó encima de la
mesa. Asintió con la cabeza y respondió:
–¿Acaso no
duermes? –Troiik la miró atentamente y dijo:
–Todas estas
noches he estado durmiendo aquí abajo, le he dejado mi cuarto a Romak. Y así de
paso vigilaba por si...
Erin se
acercó por detrás del sofá, y volviendo a hacer ese gesto tan suyo, colocó su
mano sobre la nuca de Troiik, como si masajeara su cabello, y dijo:
–Me estabas
esperando, ¿no es así?–
La elfa se
echó a reír, dejando a Troiik con una mueca de timidez y de no saber qué
contestar a esas palabras. Era obvio que desde hacía algun tiempo Troiik había
despertado cierto interés por su cuñada. Y a ella no parecía importarle. Troiik
le tomó la mano, y le hizo un gesto para que se sentara. Ella accedió sin
reproche.
–¿Hay
noticias de la pulsera?, ¿qué tal tus otros compatriotas, has vuelto para
quedarte?
Troiik la
atosigaba a preguntas y la pobre elfa se temía lo peor.
–La pulsera
no esta aquí, y creemos que alguien que conocía su paradero la robó y se la
entregó a Vermella. Riot y yo creemos que es uno de nosotros, ya que entre los
elfos no hay secretos, y somos los únicos que conocíamos el escondite de la
pulsera.- El sólo nombramiento de aquel extraño elfo hizo que Troiik se pusiera
tenso y sujetara la mano de Erin con más fuerza.
–Lo hizo él,
Erin. Estoy totalmente seguro. Mira, yo no tengo superpoderes mentales como
vosotros, pero puedo darme cuenta de que algo no anda bien, y sé discernir a
las personas. Pondría la mano en el fuego...
–¿Pero de qué
estas hablando, Troiik?
–¡¡RIOT.
R-I-O-T!! –dijo él levantando un
poco la voz. Es ese amiguito tuyo de tu clan élfico protector. No me inspira
nada de confianza. Y lo mismo les sucede a Nortem y a Romak. Por alguna razón,
y sin apenas conocerle, tengo una corazonada de que no es del todo de los
vuestros. Que esconde algo. Y por desgracia te tiene un poco cegada con...
–¡Basta! –gritó entonces la elfa. No voy a
permitir que tus celos acaben conmigo. No señor. Conozco a Riot desde que era
una niña, mi familia se ha fiado de él desde siempre, y yo también. Siempre ha
sido mi protector, y nunca me ha dado motivos de duda. Así que quitate esa
estúpida idea de la cabeza.
Y acto
seguido se levantó, recogió su capa, y se marchó a su habitación, con un paso
tan elegante y ligero, que parecía que flotase en el aire. Muy propio de los
elfos...
Troiik
sacudió la cabeza de un lado a otro, pero se volvió a tumbar, se tapó de nuevo
hasta el cuello, y dejó que la noche y el sueño se apoderaran de él de nuevo.
–¡Nortem! ¿Quieres bajar ya? ¡Por el amor de Eak!
–¡Erin,
Romak! –volvió a gritar Troiik bastante agobiado–. ¿Podéis dar de comer y beber a las gallinas y a los
caballos, mientras estamos fuera?, os lo agradecería muchísimo. ¡Vamos, Nortem!
–¡Padre!
–Nortem corría escaleras abajo lo más deprisa que su equilibrio le permitía
–Vaya con el
humor con el que te has levantado hoy, ¿no? ¿Acaso no has dormido bien?
–Simplemente
no ha dormido –dijo Erin con una
pequeña sonrisa.
–Y tú sí que
habrás podido pegar ojo sin ningún problema, ¿verdad Erin?, sin remordimientos
de conciencia ni nada por el estilo...
Troiik sonaba
molesto y sarcástico al mismo tiempo. No estaba de humor esa mañana. Erin se
dio la vuelta, cogiendo su capa de terciopelo verde oscura, salió al jardin, y
echó a andar camino a los bosques Kiar.
Troiik salió
detrás de ella, avergonzado por lo sucedido, y Romak se limitó a observar por
la ventana la curiosa pero predecible situación entre su hermana y su cuñado.
–Nortem, ven
a sentarte a la mesa y aprovecha a desayunar mientras tu padre termina, creo
que eso va para rato... ¡vaya! Se han alejado demasiado, ahora los árboles me
tapan la vista. En fin, ya son mayorcitos...
–¿Crees que
ellos se aman, tío Romak? –Nortem estaba sirviéndose un tazón de leche mientras
le preguntaba.
–Pues no sé
qué decirte, continuó el elfo. Yo acabo de llegar. Mi hermana es muy prudente
para estas cosas, pero yo diría que a tu padre le ha dado muy fuerte con ella.
Quizá tanto tiempo sin estar en brazos de una mujer...
–¡Bah, tio
Romak!, no necesito esa clase de detalles. En serio, te los puedes
ahorrar–. Nortem se ponía colorado
con esos temas, y más, refiriendose a su padre.
–¿Crees que
ve a mi madre en ella?-Siguió preguntando Nortem.
–Eso sería
lógico, pero esperemos que si tu padre llega a enamorarse de ella, sea por
amor, y no por un recuerdo de Martyam–. Romak
se puso en pie, y acicalándose el pelo frente a un espejo que había en la
entrada le dijo a Nortem,
–Mira, será
mejor que cojamos la carreta y el pan, y nos pongamos en marcha, o la tienda no
se abrirá en todo el día. No te preocupes por tu padre, le dejaremos una nota.
–Me parece
bien –dijo Nortem poniéndose en
pie también, ¡marchando!
Los dos
jóvenes se encaminaron a la aldea, con el propósito de abrir la panadería, y
así poder ponerse al día con las ventas. Los aldeanos ya empezaban a sospechar,
y ellos no querían darles motivos para ello.
Mientras, en
la pradera que quedaba detrás de la casa, Troiik y Erin se hallaban aún
discutiendo sobre algún tema que seguro tenía que ver con los sucesos de las
últimas horas.
–Siento
haberte hablado así anoche, Erin. No te merecías que me dirigiera a ti en ese
tono –Troiik le suplicaba perdón a
la elfa, con las manos entrelazadas–. Si hay algo que pueda hacer para ayudarte
con tu misión...
–Pues la
verdad, empezaba a hablar Erin, ahora algo más relajada–, sí que puedes hacer
algo.
Erin, hizo un
gesto con la mano para que entraran de nuevo a la casa, y pidió a Troiik que
tomara asiento en el sofá del salón.
–Podría
leerte la mente si me dejaras, y buscar entre tus recuerdos, para ver si de
alguna manera, o mediante alguno de tus recuerdos y vivencias de los últimos
veinte años, viste o escuchaste algo que pueda darme información relevante
sobre algo o alguien relacionado con la pulsera. Sería rápido y no te dolería.
Pero tienes que darme tu permiso.
Troiik la
miraba absorto, entre las ganas de reír y la verguenza, por estar de repente
tan cerca de desnudar sus recuerdos delante de ella. No estaba muy convencido,
y menos ahora que podría dejar entrever sus sentimientos hacia ella si no tenía
cuidado. Pero había prometido ayudarla, y ahí estaba Erin, esperando a su
respuesta.
–Está
bien –dijo Troiik con aire de
resignación, comencemos con el examen.
–Buen
chico –dijo Erin entusiasmada y
dándole una palmadita en el hombro–, No tardaré mucho. Tú quédate quietecito,
cierra los ojos, e intenta no pensar en nada ahora mismo, mantén la mente en
blanco.
Troiik se
relajó, y la elfa se colocó detrás de él, de pie, y con las palmas de las manos
sobre sus sienes.
–Quizá notes
una pequeña descarga eléctrica al principio –repuso Erin–. No será nada-. Nada más terminar la última
frase, Troiik sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo, y a continuación
una pequeña convulsión que le hizo saltar del sofá.
–¡Por Eak,
Erin! ¿Qué me estás haciendo? –Troiik se rascaba la cabeza, pero haciendo caso
a la mueca de la elfa, volvió a sentarse, y esta vez se relajó del todo. Erin
volvió a colocar sus manos sobre las sienes de Troiik, y cerrando los ojos de
la misma manera que él, comenzó con su tarea. Ahora los dos eran vulnerables,
ella sabría todo sobre él, y el sabría que ella tendría conocimiento de sus
sentimientos.
No había
salida, era el destino. Erin soltó una risita de repente, algo infantil, y
Troiik se dijo así mismo: “estoy acabado”
–Interesante –dijo algo burlona la elfa–. Muy, pero
que muy interesante.
Bueno... ¡ya
está! he terminado.
Troiik se
incorporó, pues se había medio tumbado en el respaldo del sofá. Antes de que
Erin pudiera quitar las manos de las sienes de éste, Troiik sujetó una de
ellas, y sujetando a la elfa también de la cintura, la llevó por los aires,
hasta tenerla en su regazo y sin manera de escapar:
–¿Y dime, si
no es mucho importunar, ¿era de tu agrado lo que acabas de contemplar? –Troiik
se hallaba muy cerca del rostro de la elfa, y ésta no podía contener su
acelerada respiración, aunque sí peleaba por soltarse de su apresor.
–Vamos,
Troiik, no seas inmaduro. Venía todo en el lote, no podía estar separando
recuerdos a un lado y a otro. Hubiera tardado mucho.
Erin
comenzaba a ponerse nerviosa. Con cualquier fácil hechizo, podría desaparecer
de los brazos de Troiik si quería, pero... ¿quería?
–Y supongo
–continuó acercándose a la elfa–, que habrás encontrado lo que necesitabas, ¿no
es así?
–Lo que iba
buscando realmente... no, no estaba allí
–dijo la elfa intentando quitarle importancia al asunto–, lo demás, era
secundario, y no viene a cuento.
No pudo
seguir hablando porque Troiik había terminado de mostrar su sonrisa más pícara,
y se había fundido con ella en un dulce y lento beso del que ella no pudo
escapar. Así estuvieron durante varios minutos, y el sol que atravesaba la
ventana de aquel pequeño pero acogedor salón, hacía la escena mucho más bella
de lo que era.
Cuando por
fin la elfa volvió en sí, se apartó de él, y con una sonrisa tímida y las
mejillas sonrosadas dijo con una voz gentil pero algo seria:
–No
deberíamos...
–Shhhhh –le calló Troiik poniendo un dedo en
sus labios–. No diremos nada, será
nuestro secreto, al menos por ahora.
–Pero Nortem
se enfadará –repuso la elfa–. No hay día que no se esté enterando de
algo nuevo, y esto no sé como le afectará. Después de todo, soy su tía.
–Se lo
diremos en cuanto se presente una buena oportunidad, ¿de acuerdo? Y ahora, si
me permites... –dijo Troiik dejando a la elfa de pie en el suelo–. Tengo que ir a abrir la tienda.
¿Dónde están...?
En ese
momento, Troiik vio la nota que Romak había dejado encima de la mesa, y se
sonrió a sí mismo por el detalle que habían tenido él y su hijo de abrirse
camino al trabajo.
–Bueno,
cogeré el otro caballo, y me pondré en marcha a ver si les alcanzo y les echo
una mano.
Troiik se
acercó a Erin con la intención de darle otro beso, pero ésta, algo seria, le
puso una mano en el pecho, frenándolo, queriendo ser prudente.
–Creo que voy
a salir al bosque a recoger unas hierbas especiales para mis pócimas. No me
quedan muchas, y hay que estar bien precavidos, por lo que pudiera pasar.
Al oír la
palabra bosque, Troiik se puso tenso, todo ello le hacía conexión con ese
infame de Riot, y no le hacía ninguna gracia–.
–¿Te verás
con él? –dijo al fin algo serio.
–No tengo por
qué, pero pierdes el tiempo en preocuparte, Troiik. Ya te lo he dicho muchas
veces–. Troiik no tuvo más remedio que asentir y, saliendo a por su caballo, se
marchó hacia Torkiam.