sábado, 30 de marzo de 2013

CAPÍTULO 3 ¡Ya está aquí!


                                                              Capítulo 3

EL MIEDO VUELVE A TORKIAM

La noche brillaba con una luz especial en los bosques Kiar. Apenas se escuchaban los ruidos de algunos animales tales como búhos, o grillos, pero sí se distinguía bien el sonido del crujir de ramas y hojas en medio de una hoguera.
Erin se hallaba contemplando una vision a través de las llamas. Estaba inmersa en la imagen y su rostro parecía preocupado, a pesar de la belleza inmácula, típica de los elfos, que éste reflejaba.

–No puedo creer que vaya a hacerlo. ¡Quiere dejarlos sin nada, destruirlo todo!
Justo cuando parecía que todo volvía a la normalidad.

Dos miembros masculinos de su clan contemplaban inquietos la misma visión.
Uno de ellos estaba sentado al lado de Erin, su nombre era Riot. Era corpulento, de cabello claro y largo hasta la espalda, trenzado desde la coronilla hasta abajo. Tenía los ojos verdes como esmeraldas y sostenía una copa plateada en su mano izquierda. Con la otra mano, sujetaba a Erin por el hombro con fuerza.
El otro elfo, Romak, estaba sentado justo en frente de ellos, al otro lado de la hoguera. Éste era algo menos esbelto, pero de igual altura que el anterior. Con el cabello castaño y a la altura de los hombros. Era de rasgos marcados y llevaba un zarcillo de plata en una de sus orejas.
Éste no dibujaba nada de preocupación en su cara, por el contrario, desprendía una sonrisa algo malévola y segura.

–No veo el problema aún, Erin. Seguramente es sólo un aviso, o esa arpía de Vermella quiere hacerse definitivamente con esa baratija,  –dijo irónicamente Romak.
–¡¡Shhh!!  –repuso Erin indignada ante la interrupción del elfo, –No tienes ni idea de lo que ésto significa ¿verdad?-.

Erin se puso en pie, tomó la copa de Riot y vertió su contenido encima de la hoguera. Ésta desapareció al momento, dejando pequeñas partículas brillantes por el aire, que el propio viento dispersó enseguida.

–¡Hay que ponerse en marcha! –dijo Erin.  –Al alba emprenderemos un viaje de aviso y protección a la aldea de Torkiam. ¡Hay que encontrar esa pulsera!.

 Tan sólo quedaban algunos puestos todavía por desmontar. Las fiestas habían acabado, las gentes iban recogiendo sus tiendas, los restos de las ventas, los toldos, las carpas. El centro de Torkiam era hoy un barullo de carretas amontonadas y gente cargando cosas encima de éstas. Troiik y Nortem ya habían terminado de cargar todo en su carreta, y después de buscar la manera de atar la carreta de la enorme y lustrosa calabaza a la parte de atrás, emprendieron su vuelta a casa.

–Antes de que me lo preguntes, Nortem  –comenzó a decir Troiik–, el cielo está bastante encapotado ésta mañana, parece que va a llover.
Nortem inclinó su cabeza hacia arriba, poniendo a prueba su tan bien desarrollado olfato.
–Parece que si, padre. Es más, me atrevería a decir que va a caer una buena.
El camino a casa se les hizo muy corto esta vez, Troiik intentó ir lo más rápido posible, y Nortem no parloteó mucho. Ambos estaban exhaustos. Al llegar a la casa, aparcaron a toda prisa la carreta en la parte de atrás, en un pequeño establo que tenían. Soltaron a los caballos y los metieron en sus cuadras correspondientes, dejándoles agua y comida en unos cubos. Después fueron vaciando la calabaza poco a poco, y tardaron un buen rato, colocando cada cosa en su sitio. Las frutas, los vegetales, la carne, el pan..y así hasta el ultimo producto. Dejaron la calabaza aparte, para trocearla en otro momento y dársela a los caballos como alimento. Por fin terminaron con las últimas tareas del día, y se dirigieron hacia la casa. La puerta estaba abierta.

–Espérame aqui, Nortem –dijo Troiik deteniendo a su hijo con una mano sobre el pecho de éste.
–¿Qué ocurre padre? –replicó Nortem intentando entrar.
–Tú hazme caso y quédate aquí un momento  –volvió a insistir su padre.
–No es necesario que espere fuera.
Una voz femenina y angelical sóno desde el interior de la casa.
–Deja pasar al chico, va a empezar a diluviar de un momento a otro.
–¡Erin!  –gritó asombrado Troiik–.
¿Qué estás haciendo aquí?

Troiik dió una palmadita en el hombro a Nortem, a modo de hacerle entender que pasara, y éste le siguió.
Erin les hizo un gesto para que cerraran la puerta, y cuando ésta estuvo cerrada, se levantó y corrió a dar un fuerte abrazo a Troiik. Duró un momento y Nortem pudo escuchar el suave susurro de algo que se decían en voz baja.

–¿Nortem? ¡vaya con el apuesto jovencito, cómo has crecido!
La risa de Erin sonaba como el canto de un ruiseñor enamorado, como una cascada de agua dulce. Su voz era tan bella...
Nortem se encontraba inmerso en el sonido de su voz, tratando de descifrar el porqué le parecía tan familiar.
–¡Nortem!, ¡Nortem, muchacho!, baja ya de la nube, tenemos invitados.
–Si, si, eh... ¡hola tía Erin!  –dijo el joven tratando de situarse de nuevo en la escena-, ¿Qué tal?

Erin era hermana de la difunta esposa de Troiik y madre de Nortem. Aunque ella y su clan tenían relación con los humanos de la villa, no se mezclaban tanto, y de hecho, hacía ya bastante tiempo que no hacían una visita, pues hasta ahora, todo había estado en calma. De repente, todo quedó en silencio, sólo se escuchaba el repiqueteo de la lluvia sobre las tejas de la casa. Llovía mucho. Muchísimo. Erin encendió la chimenea con sólo un chasquido de sus dedos y diciendo:

–¡Fuego!
–Erin, aquí no por favor, Nortem...
Troiik no estaba seguro de cuánta magia élfica había percibido Nortem hasta el momento y desde que era pequeño, y aún le resultaba algo poco natural de ver e incómodo a veces. Pero la elfa le ignoró y le hizo una mueca señalando al chico que se había sentado en el sillón, medio desparramado.
–No estoy dormido- dijo de repente Nortem–, ¿qué narices es eso que no puedo ver, y porqué no me contáis de una vez que está pasando aquí y a qué se debe tu visita, tía Erin?
Nortem se incorporó y buscó su bastón por el suelo, palpando con sus manos hasta que por fin lo encontró. Erin al ver de nuevo la situación de Nortem exclamó:

–¿Todavía?, ¿el chico es ciego?  –no estaba muy contenta mientras hablaba–.
Troiik, a mi hermana...
–¡ERIN!  –gritó enfurecido Troiik.
–A Martyam  –prosiguió Erin-, le hubiera gustado que...
–¡Ya basta!, tú ganas. Creo que en el fondo tienes razón, Nortem debe saber la verdad. Siento haberselo escondido todos éstos años, sólo intentaba protegerle–.
Troiik miró hacia abajo, mientras Erin se acercaba a él.
–Y lo has hecho fenomenal, eres un padre único. ¡El mejor de todos!, pero deberías haber hecho esto antes, eso es todo. Ahora ve a sentarte junto a Nortem, yo prepararé algo de té calentito y pondremos las cartas sobre la mesa, de la mejor manera posible.

–¡Sin magia!  –pidió Troiik.
–Sin magia  –contestó dulcemente Erin, y se dirigió a la cocina a preparar el té. Troiik fue a sentarse al lado de Nortem, el cual ya estaba tenso y con cara de muy pocos amigos.
–Hijo, escucha –comenzó a hablar Troiik.
–No quiero escuchar ninguna monserga, padre  –le interrumpió Nortem–, presiento que aquí hay gato encerrado y que no me va a gustar nada lo que voy a escuchar–.
Erin entró en el salón en ese momento, les sirvió a cada uno una taza de té. La tensión en el ambiente se podia cortar con un cuchillo.
–Bueno, bueno  –comenzó la elfa–, ¿por donde empezamos?
–¡Por el principio, por ejemplo!

Nortem estaba encendido, malhumorado, y muy, muy confuso. Erin se puso en pie, dejando ver su altura. Era bastante alta. Troiik era alto, pero solo la sacaba un par de centímetros.
–Mira muchacho  –empezó a balbucear la elfa, –esto no es fácil, pero asumo la responsabilidad de lo que pueda pasar y de cómo te lo puedas tomar.
Nortem se quedó blanco ante éstas palabras.

–Hay muchas cosas que te corresponden saber por herencia–.
Erin sonaba ahora algo menos nerviosa.
–¿Herencia? –preguntó Nortem algo confuso.
–Verás  –prosiguió Erin–, quizá te cueste entender todo lo que voy a contarte, pero he de decir, que todo es cierto, de principio a fin.
–¿Y bien? –preguntó Nortem, algo expectante ahora.
–Como bien sabrás, tienes sangre élfica muchacho. Eres medio humano, medio elfo–.
Erin le sonrió y le pasó un brazo por el hombro. Nortem suspiró intentando averiguar a donde iba a llegar aquella conversación que, hasta el momento, no le había aportado ninguna información nueva.
–Y también estarás al corriente de la profecía, y que pronto se cumplirá... continuó Erin. Nortem se pasó una mano por la cabeza, despeinandose aún más, y dijo:

–Más o menos. Como hace tanto tiempo que no pasa nada por aquí, incluso casi la había olvidado.
–¡No debes! –gritó Erin, haciendo sobresaltarse al pobre Nortem.
–No hace tanto tiempo que murió tu madre, y tampoco deberías dejar la profecía de lado, Nortem.
–No sé qué decir...- repuso el joven,
–De momento no tienes que hacer nada Nortem  –le consoló Erin.
–¿De momento?, osea que... ¿hay más?-.   Nortem se ponía ahora tenso.
–Para eso he venido  –contestó Erin.
–Hay mucho más que contar y no hay mucho tiempo. He venido a avisaros de algo que está a punto de acontecer.
–Pues no te dejes nada  –interrumpió Nortem,  –quiero oirlo todo.
Erin volvió a sentarse, ésta vez en frente de ellos, y comenzó con la historia.

–Todo se remonta a cientos de años atrás, Nortem. El pueblo de Torkiam lleva más de trescientos años dedicado a la agricultura, la ganadería y el comercio al por menor, de productos caseros. Por mucho tiempo, ha sido un lugar tranquilo, de gente agradable, trabajadora, humilde...
Eak había provisto cada detalle para que no nos faltara de nada, el grano, el clima, los animales, etc. Pero hubo un tiempo oscuro, en el que los habitantes se olvidaron de agradecer cada día a Eak por la provisión y el sustento que éste les ofrecía. El bien y el mal siempre han estado confrontados, y siempre lo estarán, así que de la noche a la mañana, las fuerzas del mal cobraron forma, y me gustaría decir “humana”, pero aún no hemos descubierto de que se trata.

–¿Se supone que estamos habando de Vermella, tía Erin?  –preguntó Nortem.
Erin le miró y mirando también a Troiik, que estaba atentamente escuchando la historia, prosiguió.
–Sí, Nortem. Es el “ser” supremo de las fuerzas del mal. Tiene todo un ejército a sus pies, y ahora a vuelto para hacerse un hueco definitivamente.
–¿Qué ha vuelto?- preguntó algo asustado Nortem. –¿Y qué es lo que quiere?, ¿Nos hará daño?  
Erin se quedó callada un momento y continuó explicando el motivo de su visita.

–Verás, Nortem. El pueblo de Torkiam no siempre ha sido manso, humilde y trabajador. Hubo un pequeño tiempo de necesidad, y les invadió la queja y el miedo, dando la espalda por completo a Eak. Éste envió a un gran clan de elfos y elfas, entre los que estábamos tu madre y yo, y...
Erin volvió a quedarse en silencio unos segundos.
–También tienes un tío, Nortem.- Nortem dejó caer la taza de té al suelo, con asombro y perplejidad.
–Se llama Romak. Es el pequeño, pero no le infravalores. Es muy astuto. Te encantará conocerle, pero en otro momento, si no te importa–. Nortem asintió, no podía hacer nada más, sus oídos no hacían más que recibir nueva información cada dos o tres minutos, así que decidió tomárselo con calma.
–Bien, pues  –continuó diciendo Erin–, Eak envió a éste clan, para proteger a Torkiam de lo que Vermella había sembrado en sus corazones. El pueblo de Torkiam contempló con recelo a los nuevos inquilinos, pero vieron enseguida que eran enviados por Eak, y no tardaron en aprender a cohexistir.
Aún así, siempre se han guardado las distancias, y mientras los humanos seguían viviendo en la villa, nosotros preferimos aguardar en los bosques Kiar. Bueno, todos, menos alguno... -dijo Erin sonriendo a Troiik, acordándose de la historia de su hermana y él–. En total somos unos doscientos, cada uno capacitados con dones y talentos sobrenaturales para uso del bien solamente. Somos como vuestros ángeles de la guarda.

–No suena tan mal  –replicó Nortem–. Si tenemos protectores, no puede ir tan mal la cosa, ¿no?
–No es exactamente así –dijo Erin–.
Hubo un pequeño incidente para el que no estábamos preparados. Tu madre y yo estábamos encargadas de proteger la zona del comercio del pueblo, y tu madre quiso ser una más entre los ciudadanos, para no levantar sospechas. Así que abrió un puesto de pan, y al poco conoció a tu padre–.
A Troiik se le escapó una media sonrisa nada más recordar el encuentro.

–Los dos trabajaban en el negocio del pan, así que decidieron juntar ambos puestos en uno. Al poco tiempo no pudieron esconder más su amor. Era obvio por todo el pueblo, y eran jóvenes, tenían más o menos tu edad, de hecho creo que un par de años menos que tú. El resto del clan intentamos impedir esa boda por encima de todo, pues traería consecuencias. Después de todo, Nortem, nosotros los elfos, somos inmortales, pero tu padre no lo es. A pesar de intentar convencerles, el amor pudo con la situación, así que pasamos a un segundo plan. Llevamos a tu padre a nuestra base, en los bosques Kiar, y le explicamos todo acerca de nuestra procedencia, valores, misión en este lugar. Todo. Tardó un tiempo en asimilarlo, pero se hizo enseguida a nuestra cultura, principios, leyendas y a ver el uso de la magia por aquí y por allá. Los elfos poseemos una serie de poderes que van unidos a nuestros dones y talentos, como ya he dicho antes, sólo para hacer el bien. Si hicieramos algo que va en contra de la buena voluntad de Eak, nos serían quitados. Yo, por ejemplo puedo crear un escudo de protección alrededor de los que están cerca, con lo que Vermella no puede atacarles.
Martyam, por otra parte, tenía poderes curativos. Tenía un don de sanidad para aquellos que sufrían discapacidades físicas y mentales.
Nortem se levantó de inmediato, algo sobresaltado, y dirigiendose a su padre, le confrontó:

–Eso no me lo habías contado. ¿Y por qué no hizo nada por salvarse a ella misma? Y yo...si ella aún viviese, podría haber sanado mis ojos, ¡ahora podría ver como cualquier otro!
Troiik le cogió del brazo para que se sentara y se calmara.
–Nortem, tu madre hizo todo lo que pudo pero... –en ese momento, Erin volvió a ponerse en pie y dirigiéndose con la mirada a Nortem, le dijo:
–Vermella conocía de un preciado regalo que Eak le había hecho a Martyam, para poder utilizar su don de sanidad. Una pulsera. Una joya humilde pero de inigualable valor, que aunque fabricada en bronce, para no llamar mucho la atención, tenía el deber de sanar a todo aquel que la llevaba puesta, curando así cualquier herida, pequeña o grande, defecto o discapacidad física. El problema fue, que cuando Vermella vino a Torkiam para atacar a la aldea, tu madre y yo salimos a su encuentro para proteger al pueblo, y antes de que yo pudiera crear mi escudo de protección sobre las dos, Vermella divisó la pulsera en el antebrazo de Martyam, y se lanzó sobre ella, dejándola tirada en el suelo, sin vida. Todo fue muy rápido, apenas pude reaccionar, pero cuando me agaché para levantar a tu madre del suelo, la pulsera ya no estaba en su brazo. Había desaparecido, Vermella se la había quitado.
Martyam yacía en el suelo, sin respiración ya, pero su vientre latía todavía con fuerza, asi que comprendí que no era demasiado tarde para salvarte, Nortem.
Anuncié deprisa a mis guerreros que apresaran a Vermella, y mientras ella forcejeaba con dos de mis hombres, con una caja roja en la mano, donde se supone guardaría la pulsera y se la llevaría consigo. Se le calleron ambas, la pulsera y la caja. Yo me quedé con la primera sin que ella se diera cuenta, y dejé la caja en el suelo. Rápidamente, uno de sus “hombres” la cogió y se la entregó de nuevo a Vermella, quien la hizo desaparecer con un conjuro, y al momento se marchó triunfante. No ha vuelto por aquí desde entonces. Pero la pulsera estaba en nuestro poder otra vez y ella no lo sabía.
Hice todo cuanto pude por salvarte, y con la ayuda de Eak, y de Riot, el elfo especializado en medicina natural, pudimos sacarte sano y salvo.
Nortem estaba con la cara llena de lágrimas, y con una mano, rascándose la nuca. Pensativo y confuso a la vez. Acababa de conocer la verdadera historia de su nacimiento, y de la muerte de su madre. Troiik tenía los ojos chispeantes.. Se puso también en pie, y sujetando las dos manos de Erin, que estaba traspuesta, la miró a los ojos y, casi sabiendo la respuesta, le preguntó:

–Erin, ¿qué fue de la pulsera?
La elfa estaba algo nerviosa pero no tardó en reaccionar y respondió:

–La escondí aquí, en tu casa, Troiik–. Antes de que su cuñado pudiera seguir hablando, ella prosiguió  -Cuando ví que no se podia hacer nada por Martyam, corrí a tu casa con el niño en brazos a ver si estabas bien. Tu dormías plácidamente en tu cama. Coloqué a Nortem en su cunita, y esperé a que te despertaras para contarte la trágica historia.
–Sí, de eso me acuerdo perfectamente... -afirmó Troiik, algo triste.
–Decidí esconder la pulsera en un lugar seguro en esa habitación, pues desprendía mucha paz, y estaba segura de que Vermella no sospecharía, puesto que no sabía siquiera que Martyam estaba casada.
–Erin  –volvió a decir Troiik, esta vez sujetándola por los hombros y a punto de sacudirla.
–¿Me estás diciendo que la pulsera, una pulsera con poderes curativos, que pertenecía a mi mujer, ha estado aquí escondida todos estos años, a sabiendas de que Nortem podía haber sido sanado, prácticamente desde que era un bebé?

Nortem estaba agotado, quería terminar de escuchar toda su historia, pero por otra parte no podía más con su alma. Llevaban todo el día hablando, ya casi se escondía el sol, y ni siquiera habían comido.

–No, Troiik. Hay un momento y lugar para todo. No podíamos exponer la pulsera así por así, pues ella la percibiría y volvería otra vez a buscarla.
–¡Dime dónde está la pulsera, Erin!
 –demandó Troiik.
–Antes deberíamos comer y descansar un poco. Hazme caso, te la mostraré mañana por la mañana y procederemos al cambio.
Nortem dió un salto y se puso en pie,
–¿De verdad me vas a curar mañana tía Erin? –Troiik parecía hacerle la misma pregunta con la mirada, así que Erin no tuvo más remedio que contestar a su ansioso cuñado y su agotado sobrino.
–Creo  –empezó Erin –que después de todo, ya ha llegado la hora de que puedas disfrutar del placer de poder ver, como todos nosotros. Sólo hay una pequeña cosa –Erin se silenció por un momento, y continuó:

–Al ser mitad humano, mitad elfo, no sabemos cómo se repondrá tu vista, es decir, si acabarás viendo como un humano, lo cual es una visión mucho más limitada que la nuestra, o tus ojos tendrán la capacidad ilimitada de la vision élfica.
–Si te digo la verdad, tía Erin  –repuso Nortem  –me es indiferente, no estoy en posición de elegir el grado visual de mis ojos. ¡Solo deseo ver!.

Troiik le pasó un brazo por el hombro a su hijo, y ya más relajados, aunque aún en estado de asombro, decidieron dejar ahí la conversación y dirigirse a la cocina a peparar algo de cena. El resto de la velada, sólo se limitaron a hablar de cosas más triviales, en un aire más tranquilo, y de vez en cuando soltaban alguna broma, acerca de cómo Nortem reaccionaba de pequeño ante cosas como la comida, sus juguetes, etc.
Esa noche, Troiik y Nortem se fueron a la cama enseguida. Troiik no podia dejar de pensar que aquella pulsera estaba escondida en algún recoveco de su dormitorio, entre el techo y el entablillado del suelo. Erin, por el contrario, se quedó despierta y velando por aquella casa.
Sentada en el tejado, la lluvia había cesado, pero el cielo aún continuaba cerrado y de un color aterrador.











































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