miércoles, 23 de enero de 2013

CAPÍTULO 1

Aquí os dejamos el primer capítulo de la novela para que vayáis abriendo boca:



                                                               Capítulo 1

                                                         UNA VIDA NORMAL


Nada más salir el sol, y apenas habiéndolo sentido en su cara, Nortem se despertó con un ligero bostezo y un suave frotar de ojos,
—¡Vaya! —se dijo,—Creo que por fin he conseguido dormir más de seis horas seguidas, ya era hora—
Nortem era un muchacho de unos diecinueve años de edad, muy responsable y un ser lo suficientemente agradable como para pasar horas y horas hablando y riendo con él. Poseía un atractivo bastante notable, era alto y algo musculoso, el cabello corto, desaliñado y de un rubio cobrizo que a la luz del sol brillaba con una intensidad maravillosa. La tez clara y una sonrisa ancha, la cual provocaba que le salieran unos graciosos hoyuelos.
Era prácticamente el chico perfecto, si no fuera por su condición económica, pues era algo pobre, y su condición física, pues era ciego. Una complicada operación de parto dejó a su madre sin vida, y al pobre Nortem sin vista. Compartía una bonita casa de campo a las afueras de Torkiam con su padre, Troiik.
Torkiam no era muy grande, pero seguía siendo, y con orgullo de sus habitantes, una bonita aldea de campo, donde todo aquel que allí residía, trabajaba gustosamente en algún comercio del centro o en actividades agrícolas a las afueras. Troiik era el panadero de Torkiam.
Tenía el horno-obrador colocado justo debajo de su casa, y la panadería en el pueblo. Era un hombre muy trabajador y amante de la naturaleza. Como sólo tenía un hijo y ambos amaban los animales, vivían rodeados de ellos. En la parte trasera de la casa se había construido un establo, allí guardaba dos vacas lecheras y un caballo de carga. Y dentro de la casa tenían dos hurones a los que Nortem amaba con locura, una jaula con tres periquitos, y una pecera con dos pececillos anaranjados que el mismo Troiik había pescado en el río Fier, que se encuentra en los bosques Kiar.
Troiik apenas contaba con treinta y ocho años de edad, se había casado joven y, de hecho, puede que aparentase alguno menos. Esto, y el tener un hijo de veinte años le había convertido en uno de los “viudos de oro” más codiciados de toda Torkiam. Por no hablar de su físico, era alto, esbelto, y a pesar de todo por lo que había pasado, tenía una mirada alegre y tierna.
Nortem era todavía más alegre y aventurero que su padre, al cual no había llegado a ver con sus propios ojos, y no sabía que pinta tenía todo aquello que le rodeaba, ni siquiera podía hacerse una idea.
Las descripciones de la gente, o incluso las de su propio padre, no eran suficientes para que él formase una imagen en su mente. Por suerte el tacto, el olfato, el oído y el gusto los tenía intactos, y Nortem se limitaba a disfrutar de esos cuatro sentidos en lugar de lamentarse por el que le faltaba.
“Hay que conformarse con lo que Eak nos ha dado a cada uno” —decía a sus amigos de vez en cuando."

Todo Torkiam conocía a Nortem, y estaban al corriente de su discapacidad visual, por eso habían realizado varias obras para su seguridad y comodidad en gran parte de la aldea. Obras tales como poner barandillas especiales, postes donde agarrarse, etc.  No era muy común ver gente ciega por Torkiam, de hecho en ese momento sólo quedaban él y un anciano retirado a punto de morir que ya no salía apenas de casa. Su ceguera era algo inhóspito, pero la gente estaba maravillada con él y su manera de realizar cada tarea.
“Es increíble”, —comentaban—es como si pudiera ver todo como tú y como yo lo vemos —se decían unos a otros.

En aquellos tiempos todo el mundo creía que cuando uno nacía, Eak lo bendecía con un don especial sobrenatural, o con capacidades sorprendentes como ya he mencionado antes, siempre para el bien ajeno. Pues bien, el don de Nortem era la pintura. Sin poder siquiera ver, era capaz de dibujar los más bellos paisajes, escenarios, figuras, o incluso a veces situaciones que jamás os hayáis podido imaginar. No es que le gustara mucho hacerlo, de hecho, el admiraba más el montar a caballo o el arte de amasar y hacer esos increíbles y sabrosos panes que hacía su padre.
Como cada primavera, durante la primera semana, cuando la estación invernal llegaba a su fin y se podían observar los primeros brotes en los almendros y escuchar a los pájaros emitir sus más dulces melodías, las celebraciones de Torkiam daban comienzo, y con ellas, un estallido de alegría, ajetreo continuo, diversión y trabajo para todos los habitantes de Torkiam.
Todo el mundo se echaba a las calles de esta preciosa aldea para colocar sus puestos de venta y exhibición, donde más tarde podíamos encontrar cualquier tipo de producto alimenticio casero, de decoración, de limpieza, etc.
La tradición en Torkiam era pasarse el duro invierno confeccionando, construyendo y puliendo todo aquello que luego se ponía a la venta durante la semana de las celebraciones. Aparte de todo ese trabajo, también se dedicaba tiempo a descansar, pasear con amigos, comidas familiares al aire libre, torneos y carreras. Era una semana agotadora pero todo el mundo disfrutaba mucho esos días.
Troiik y Nortem estaban encargados del puesto del pan y los pasteles caseros. Era el puesto más frecuentado por las mujeres solteras, dada la presencia del apuesto y humilde Troiik, y el favorito de los niños por su gran variedad de bollos y pasteles recién horneados, que hacían de la calle en la que estaba colocado dicho puesto, un festival de olores y sabores. Ese año, gracias a la buena cosecha de trigo tenían más harina de la cuenta, así que, a parte de utilizarla para los bollos y el pan, decidieron hacer unos paquetes pequeños y vender la harina para uso doméstico.

—Padre —dijo Nortem esa mañana —si quieres me voy encaminando hacia la calle del “Olmo brancado” para ir colocando el puesto. He terminado de desayunar y ya estoy listo y aseado.
—Creo que no hay tanta prisa muchacho, ¿o es que necesitas verte con alguien antes? —Troiik, aunque joven, era astuto y conocía muy bien a Nortem. Le había estado observando durante todo ese último año, y sabía que el chico había hecho amistad con Kyria, la hija del carpintero de Torkiam.
–Padre, yo no te ocultaría nada, lo sabes  —dijo Nortem un poco avergonzado al darse cuenta de que su padre había dado en el clavo —es más, te esperaré e iremos juntos—
—Como desees—le respondió Troiik con una sonrisa burlona mientras cargaba el último saco de harina en la carreta— pero luego no me eches la culpa porque no te dejo libertad para tus asuntos—
—Es igual padre, de veras—
—Está bien, —arrancó Troiik
marchémonos hacia la calle del “Olmo brancado.”—

Troiik y Nortem vivían un poco retirados de Torkiam, les gustaban el silencio y la naturaleza en su estado más puro, y fuera de la aldea los terrenos para construir no eran tan caros, así que se habían montado la vida allí, de la manera más práctica y económica. El trayecto desde su casa a la aldea de Torkiam no era excesivamente largo y merecía la pena disfrutar de aquel paisaje indescriptible, una mezcla de montaña nevada, prado verde y el azul del mar a lo lejos. Un auténtico paraíso para la vista...

—Me encanta este olor—dijo Nortem muy concentrado.
—La verdad es que toda la bollería está hoy en su punto  —respondió Troiik.
—No me refiero a la mercancía, padre. Es la madre naturaleza la que me embelesa de una manera única—
Nortem intentaba describir cada olor, cada fragancia que percibía, mientras su padre le iba contando cómo era todo en realidad.
—Algún día —dijo Nortem con un hilo de esperanza en su voz —sé que Eak me concederá el don de poder ver, sé que Él ha creado todo esto para que pueda disfrutarlo, y algún día yo también podré deleitarme—
—Es mi oración cada mañana y cada noche hijo, solamente ten fe —contestó tiernamente su padre.
Y así, soñando y disfrutando de aquella maravilla terrenal, llegaron a Torkiam y con tan sólo cruzar un par de pequeñas calles, llegaron a la calle del “Olmo brancado”. Era la calle que el mayor Triker les asignaba a ellos cada año para colocar su puesto.

—Buenos días Troiik —le saludaban las doncellas, y a veces hasta las mujeres casadas, desde las ventanas que daban a esa calle.
—Buenos días, señoras —contestaba él amablemente pero algo cortado.
—Pero bueno padre, cómo ha mejorado la cosecha éste año ¿eh? bromeaba Nortem al oír las voces y risitas provenientes de arriba.
—Anda, deja de decir tonterías y baja a ayudarme con esto. Tenemos mucho trabajo —Troiik acercó un bastón de madera hecho por él mismo hasta su hijo, y este se valió del bastón para bajar de la carreta. Una vez el puesto estuvo montado, colgaron por encima y los laterales unos toldos de color rojo y crema, algo descoloridos ya por el sol y los años, y con algunos jirones sin importancia. Martyam, la madre de Nortem, los había confeccionado en vida, cuando ella también se dedicaba, junto a su marido entonces, al negocio del pan.

—Estos toldos son muy valiosos e importantes chico, ya sabes que los hizo tu madre con mucho cariño, y mientras se puedan arreglar esos jirones con algún parche, nos acompañarán a cada feria—
—Aún le echas de menos, ¿verdad padre?—
—Más que a nada en el mundo
—contestó Troiik con la mirada fija en el toldo superior—pero Eak la tenga en su Gloria —y con estas palabras continuaron con su labor en silencio.

Habían transcurrido ya más de dos horas entre montar el puesto, los toldos, y colocar todo el pan y la bollería de una forma minuciosa y elegante. Cada barra, cada baguette y cada bollo llevaban al lado una etiqueta con el nombre del producto y el precio. Para aumentar más aún las ventas habían considerado también la posibilidad de ofrecer dos por uno en algunos de los productos, y gracias a Eak tuvieron mucha suerte.
Sólo en la primera mañana vendieron casi todo el pan que habían traído, y más de la mitad de la bollería.
Hasta el mismo Mayor Triker se había pasado por allí a raíz de escuchar los rumores sobre los productos deliciosos que horneaba Troiik el panadero, para comprobar en persona que tales rumores eran ciertos.
—¡Es increíble Troiik! —decía el mayor Triker todavía con la boca llena y dejando caer un poco de crema por la comisura de su labio—cada año te superas con estas maravillas para el paladar—
—¡Tenga cuidado, no se atragante!—
arremetió Nortem con su risa sarcástica, muy propia de él—
—¿Ha visto que precios tenemos hoy? Dos por uno, ¡anímese mayor Triker! —Nortem no soportaba la idea de que el mayor, sólo por tener ese cargo, pudiera disponer gratuitamente de cualquier producto de Torkiam, y Troiik, viendo que el muchacho iba a abrir la boca de nuevo contra Triker, dijo:

—¡Tome!, llévele estos mazapanes de crema a su mujer e hijos, seguro que les encantarán —los metió en una bolsita de papel marrón y se los entregó al mayor, mientras le daba unas palmadas en la espalda a la vez que se despedía.

—¡Y vuelva cuando quiera!—
—¿Pero qué haces? —gruñó Nortem— es un auténtico aprovechado, si le dejamos, nos dejará sin género para la venta de hoy—
—No te enfades con él— dijo Troiik dulcemente— además él es quien nos provee con este espacio cada año, ¡y gratis!— Nortem suspiró para sí algo más relajado y continuó:
—es solo que le tengo manía, su mayor deseo sería que me casara con su hija Tronia, a quien no soporto y que tengo que ver cada día en la escuela. Menos mal que sólo tengo que oír lo que dice y que no puedo ver, porque seguro que es fea y gorda—
—¡Nortem!— gritó su padre —no te permito que hables así de esa pobre chica, sólo intenta ser agradable contigo, y para tu información, es bastante guapa.—Si tú lo dices...

No se podía decir que Nortem fuera un  flirteador en toda regla. Sólo le habían gustado dos chicas en toda su vida, una era Samia, amiga de la infancia que emigró a un país lejano debido al trabajo de su padre, y como consecuencia, no volvió a saber nada de ella. Fueron tiempos duros para Nortem. La segunda, y actual, era Kyria, compañera de la escuela y la hija del mejor amigo de
Troiik, Sumus, el carpintero de Torkiam.
La relación entre Nortem y Kyria era
difícil de describir. No eran novios ni nada por el estilo, y tampoco habían hablado de esto cara a cara pero ambos sabían que se gustaban. Con tan solo diecisiete años, Kyria tenía unos tres o cuatro pretendientes más, por lo cual ella le parecía a Nortem un trofeo aún más interesante por conseguir. Se podía decir, eso sí, que eran muy buenos amigos y que podían contar el uno con el otro para lo que hiciera falta.


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