Capítulo 2
¡QUÉ SIGA LA FIESTA!
A la mañana siguiente, después de que el día anterior hubiera sido un día duro de trabajo en la panadería, con ventas exitosas de todos los productos, Troiik y Nortem, que habían pasado la noche en una de las posadas de Torkiam para vigilar mejor el puesto, se levantaron de muy buen humor y con ganas de disfrutar de otro soleado día de primavera.
—He dormido genial, padre —exclamó Nortem bostezando. De hecho, creo que podría dormir unas horitas más... —bostezaba de nuevo y esta vez se inclinaba hacia la cama.
—De eso nada muchacho —repuso su padre— tenemos otro largo día por delante y hay que aprovecharlo al máximo.
—Pero... Hoy no es día de ventas, ¿no? —se quejó Nortem, intentando escabullirse.
—No, pero hoy es el día de las carreras de jabalíes, los concursos de pasteles... Apuesto a que Kyria ha preparado uno muy especial pensando en ti, Nortem—.
Las carcajadas de Troiik hicieron que Nortem se sonrojara de tal forma, que este no tuvo más remedio que sonreír tímidamente y tirarle la almohada a su padre para que se callara.
—Venga Nortem, no es para tanto. Hay cosas que son obvias, y me haría ilusión que en estos temas fueras asentando un poquito la cabeza. Además, dentro de seis meses cumplirás veinte años, una fecha muy bonita y una edad madura para ir pensando en ciertas responsabilidades, ¿no crees?— Troiik seguía sonriendo pero Nortem tenía cara de confusión y reflejaba un ápice de melancolía.
—En el fondo sé que tienes razón, —dijo Nortem asintiendo con la cabeza—, es sólo que, lo pienso en frío y... no sé hasta qué punto estoy enamorado de Kyria, o si tan siquiera lo estoy, o si tal vez es sólo la relación que tenemos como amigos desde hace tantos años. A veces me da la impresión de que sólo puedo quererla como a una hermana, y siempre llego a la conclusión de que, si pudiera verla, si pudiera ver sus ojos, su cabello, su rostro, cómo es ella en general... Supongo que eso ayudaría bastante.
—Hijo, en el amor no hay excusa que valga, y el amor no entiende de condiciones físicas, aparece y se queda, o simplemente no aparece. Si a estas alturas no hay algo profundo e interno que te diga que morirías por esa muchacha, quizá entonces tengas razón y no es la persona adecuada para ti. De todos modos, guarda y cuida la amistad tan bonita que tienes con ella, quién sabe si algún día...—Troiik volvió a sonreír suspicazmente y le dio un golpe suave en el hombro a su hijo.
—Anda, bajemos a desayunar y pongámonos en marcha, este año he estado entrenándome duro y quiero quedar en muy buena posición en la carrera de jabalíes—.
Troiik llevaba más de cinco años compitiendo en esa carrera, y aunque nunca había resultado ser el ganador, su posición siempre había estado entre los seis primeros, llegando en una ocasión a ser el segundo.
La carrera consistía en intentar montar un jabalí y, sin caerse del animal, llegar hasta la meta, que se encontraba a la salida del pueblo. En total era como media milla de distancia, pero merecía la pena ver el esfuerzo de los jóvenes, y no tan jóvenes plebeyos y nobles, que se disputaban el primer puesto. Nadie llegaba ileso, siempre había rasguños, alguna que otra torcedura de tobillo, brechas y sobre todo, ropa llena de jirones y barro. Aún así, era un evento considerado de máxima diversión, y ningún hombre mayor de dieciséis años querría perdérselo. Nortem nunca había tenido la oportunidad de participar en esas carreras debido a su condición física, pero él mismo decía que no se le había perdido nada ahí, y a juzgar por su tono de voz, lo decía muy en serio.
—¡Nortem!, —gritó Troiik ya preparado y montado sobre el jabalí—, no te olvides de animar a tu padre. ¡Este año tenemos que ganar!—
Nortem se abrió paso entre la multitud como pudo, empujando torpemente con su bastón, hasta hacerse un sitio en la grada que protegía a la gente del camino que habían dejado libre para la carrera.
—¡Vamos padre!, ¡tú puedes!, ¡puedes hacerlo!—
El muchacho se estaba emocionando con la situación y la sonrisa que mostraba no cabía en su cara. Al otro lado de la grada, los participantes luchaban a lomos de las bestias por hacerse un sitio entre los primeros y llegar a la meta. Troiik no iba del todo mal, iba en cuarta posición. Estaba medio volcado hacia un lado, arrastrando una pierna, la cual llevaba ya llena de rasguños, y con las dos manos agarrando el cordel que llevaba el animal atado al cuello, para no caerse. Al doblar una de las calles, los que iban en segunda y tercera posición se empujaron entre sí, y cayeron al suelo, con lo que ambos quedaron descalificados. Troiik pasó a ocupar la segunda posición. Ya sólo le quedaba uno.
El primer corredor era nada más y nada menos que el padre de Kyria, su mejor amigo, Sumus. Con un silbido amigable, este se giró para ver quién era el que le llamaba, y al ver que era su viejo amigo Troiik, hizo un ademán de saludo con la mano, con lo que perdió el equilibrio y se cayó del animal, a tan sólo dos metros de la meta, dejando de este modo el primer puesto a Troiik.
—¡¡¡Hurra!!!—gritó emocionado Nortem al oír a la gente de alrededor pronunciar el nombre de su padre.
El padre de Kyria sonreía desde el suelo, algo avergonzado, mirando a su amigo Troiik.
—¡Bien hecho Troiik! —le estrechó la mano amigablemente, pues la amistad que les unía era ya de muchos años.
En ese momento sonaron las trompetas, y el mayor Triker bajó del palco consistorial para felicitar al ganador en persona.
—Pero... ¡qué ven mis ojos! —exclamó entusiasmado el mayor—. Troiik, ¡eres el ganador! ¡Enhorabuena!
Acto seguido, mientras continuaban las ovaciones y los aplausos, los mozos de las cuadras se llevaron a los jabalíes a los establos para dejar de nuevo las calles de Torkiam libres para el tránsito ciudadano.
—Troiik— dijo alegremente el mayor Triker—, te hago entrega de este honorable premio. ¡La calabaza Torkimiana!
Las ovaciones comenzaron de nuevo y resonaron más todavía al aparecer dos mozos más tirando de una carreta, la cual transportaba una enorme calabaza. Era de un naranja intenso, con una abertura en medio que dejaba ver la enorme cantidad de productos que contenía. Alimentos de todo tipo, desde frutas y vegetales hasta carnes, pan, hierbas, barriles de bebida, etc. todo ello para proveer al bueno de Troiik y a su hijo durante al menos seis meses.
—¡Padre!—gritó Nortem mientras llegaba hasta donde él estaba—. ¡Qué contento estoy por ti! ¡Madre mía qué de comida! ¡Y toda para nosotros!
—¿Has visto Nortem? —contestó su padre todo orgulloso y rascándose la cabeza pensando en la manera de guardar todo aquello en casa—, con toda esta comida no tendremos que preocuparnos hasta dentro de mucho tiempo—.
Volvieron a sonar las trompetas de nuevo, anunciando así el comienzo del concurso de pasteles. Esta vez sólo participaban las mujeres, aunque los hombres eran quienes probaban los pasteles y hacían de jurado. Troiik y Nortem taparon con una manta la calabaza, y la colocaron al lado de su puesto de pan, dispuestos a trasladarla a casa más tarde.
Mientras la música sonaba alegremente por todo el pueblo, Nortem, que estaba entusiasmado con la idea de poder ser este año parte del jurado, y así probar cada delicioso pastel allí expuesto, se paró en seco al percibir algo extraño.
—Padre— exclamó confuso, —¿cómo está el cielo ahora mismo?
Troiik se le quedó mirando, no sabiendo muy bien a qué se refería.
–Pues más allá del valle, tocando las colinas Macor, parece que se está oscureciendo, tiene un color así como grisáceo y se ve alguna que otra nube, pero el resto está limpio y de un azul claro intenso, como siempre para estas fechas.
—¿Te has fijado en que no se oye ni un simple pajarito? No sé, quizá con tanto ruido es difícil oír el ruido de los pájaros, pero es que hay algo que no me da buen presagio. Llámame loco—.
—Creo —dijo Troiik —que son invenciones tuyas, todo está tranquilo y en su total normalidad, excepto aquí dentro, en la aldea, debido a tanto alboroto festivo, pero no hay nada de que preocuparse.
Troiik se acercó al muchacho, le dio una suave palmada y dijo:
—Venga Nortem, el concurso está apunto de comenzar, si no nos damos prisa para cuando lleguemos sólo quedaran las migajas. Y por lo que he podido escuchar entre la gente, ¡este año la cosa promete!
Sin más dilaciones, se dirigieron hacia la pradera que quedaba justo a la entrada del pueblo, la pradera rojiza. Se llamaba así porque a pesar de ser una llanura cubierta de un verde y mullido musgo, estaba rodeada por una hilera de árboles de tronco largo y grueso y de hoja alargada de un color rojizo intenso, que daban un aire verdaderamente bonito a aquella espesura.
La espesura quedaba en dirección opuesta hacia su casa, y según se iban acercando, ya podían percibir el magnífico y apetecible olor a repostería casera proveniente de aquel concurso. Todo tipo de tortas y pasteles se hallaban allí expuestos.
La gente del pueblo había colocado una larga mesa, de unos quince metros de largo, adornada con manteles de seda y encaje blancos, y en los bordes y laterales colgaban unas pequeñas borlas de color azul claro que daban un fino y elegante contraste al blanco de la tela del mantel.
Sobre este se hallaban colocados, a cincuenta centímetros de distancia unas de otras, montones de pequeñas jarras de madera pulida, que hacían la vez de vasos para el agua, los licores o el vino, pequeñas cucharillas también de madera, y platos del mismo material, para que la gente pudiera, con toda comodidad, probar aquellos manjares. Y colocados uno al lado del otro, desde el principio hasta el final de la mesa, se exhibían allí los pasteles, las tartas, los bollos de azúcar, etc. dispuestos a ser engullidos por aquellas gentes que se amontonaban en colas alrededor de la mesa. Los primeros en degustar los pasteles eran el propio jurado, este año acompañado también de Nortem.
—Padre —dijo Nortem en voz baja a su padre, sujetándole del brazo—, me gustaría probar el que han hecho Kyria y su madre, ¿cuál es?—.
Troiik miró a su hijo y se echó a reír, dándole un suave puñetazo en el hombro. Nortem se ruborizó y rieron juntos. Troiik alargó la mano para coger un plato limpio, y alzando la vista por encima de los otros miembros del jurado divisó un pequeño pero hermoso pastel, aún sin empezar. Éste era de dos pisos, pero no muy alto. De cacao y manteca y recubierto de crema de leche y frambuesa. Justo encima tenía colocadas ordenadamente unas grosellas haciendo la forma de una flor. Toda una obra de arte. La mujer que estaba cortando los pasteles en porciones extendió la mano a Troiik para coger su plato y le sirvió un trozo.
–Aquí tienes hijo, que lo disfrutes.
Se echó de nuevo a reír, mostrando sus pocas arrugas al sonreír, pero éstas le daban un aire encantador y a la vez amigable.
Mientras Troiik se iba introduciendo entre la gente para poder hacer su labor de jurado, Nortem decidió sentarse en un tronco que había allí cerca, un poco apartado de la mesa y del jaleo de la gente, y donde se habían sentado también algunos niños a comer. En ese momento, Nortem se sobresaltó al oír un alto y agudo:
—¡Hola Nortem!
La cuchara se le cayó al suelo de hierba y sin querer parecer muy nervioso, Nortem buscó la cuchara en el suelo, palpando con la mano, y cuando la encontró se puso a limpiarla con la tela de su camisa gris. —Siento haberte asustado—, rió
tímidamente Kyria, que estaba allí de pie contemplándole—. ¿Puedo sentarme contigo? — preguntó aún más tímida.
—Por supuesto —repuso Nortem—. —El campo es de todos—.
Y estuvieron allí sentados un rato en silencio mientras Kyria jugaba con una pequeña ramita de roble que había cogido de entre el musgo, y Nortem seguía degustando su pastel sin hacer apenas ruido.
—Veo que te has decidido por uno bueno —le dijo Kyria mientras le daba un empujoncito.
—¿Qué? ¿cómo dices? —se le volvió a caer la cuchara al suelo pero esta vez fueron los dos a cogerla y sus manos se tocaron levemente. Se quedaron en silencio y Kyria continuó con la conversación para romper el hielo.
—Mi pastel, el que he hecho esta mañana con mi madre, es el que ahora te estás comiendo, y por lo que veo te encanta, —dijo Kyria sonriendo a la vez que le limpiaba con su pañuelo un poco de frambuesa que tenía en la mejilla.
—Ah, el pastel... Sí, bueno, en realidad me lo ha traído mi padre, le he pedido que me trajera uno al azar—. A Nortem no se le daban bien este tipo de conversaciones, se empezaba a poner cada vez más nervioso y su tez pálida le delataba al sonrojarse rápidamente. —Ya veo —dijo Kyria casi en un susurro,
pero todavía sonriendo—, Iré a ver si mi madre necesita mi ayuda—. Pero justo cuando iba a levantarse, Nortem tiró de su mano con dulzura y suplicó:
—¡no!, no te vayas, quédate a hacerme compañía un poco más por favor.
Nortem notó que la temperatura de la mano de Kyria aumentaba por momentos, y apretó su mano un poco más fuerte. Kyria se sonrojó por primera vez en toda la conversación, y se sentó de nuevo a su lado. Con un tono algo sarcástico le reprochó:
—¿Sabes?, a veces eres un poco raro—. Nortem dejó caer su mano suavemente a la vez que se disculpaba.
—Lo siento de veras, siento haber sonado tan grosero. Por supuesto que sabía que este era tu pastel, le había pedido a mi padre que me sirviera una porción de tu pastel, no una al azar como te dije antes, sino una del tuyo, exactamente del tuyo. Y me he venido aquí solo a sentarme, a degustarlo y... ya de paso sea dicho, a pensar en su dueña... Y...—se hizo un silencio.
—¿En serio?— Kyria no salía de su asombro. Era posiblemente la primera vez que escuchaba a Nortem sincerarse de aquel modo, y estaba empezando a tener escalofríos de la emoción. Iba a seguir hablando pero Nortem le tapó la boca con la mano, y mientras a Kyria se le salían los ojos de sus órbitas, este continuó:
—Mira Kyria, —dijo él, esta vez más tranquilo y sosegado, —que siento algo por ti es obvio. Que tú lo correspondes... pues no hay que estar muy ciego, dijo él sarcásticamente y, soltando una carcajada juguetona. Es sólo que yo no soy... es decir, a mí no se me da bien... bueno, lo cierto es que...
Kyria le retiró la mano bruscamente, y se puso roja de enfado:
—¡Cualquier chico, cualquier joven del pueblo daría lo que fuera por pasear conmigo, cogerme de la mano, e incluso robarme un beso! Y yo tengo que ir a fijarme en el que no sabe cómo hacer que una chica se sienta bien.
—Kyria, yo...— dijo cabizbajo Nortem.
—¡No!, ¡calla! Eres... eres... ¡un engreído!, eso es lo que eres. Aunque no puedas mirarte al espejo, tu padre te lo dirá, o las demás chicas del pueblo, de hecho, es lo que se comenta por todo el pueblo, así que sabes de sobra...
—¿Qué, Kyria?, ¿qué es lo que se comenta por todo el pueblo?
Esta vez fue Nortem quien levantó la voz algo molesto por las acusaciones de su amiga. Kyria bajó la cabeza un momento y avergonzada, prosiguió:
—Que eres el chico de veinte años más guapo de toda Torkiam, y que eres valiente porque te esfuerzas mucho cada día por vivir una vida diferente a la nuestra. Que eres un trabajador muy bueno y constante, que ayudas a tu padre en todo lo que te pide, que tienes un talento excepcional para la pintura, cosa que nos plantea a todos un gran misterio, dada tu incapacidad física. Que eres un estudiante prometedor...— Nortem volvió a taparle la boca a Kyria con la mano, y algo más calmado repuso sonriente:
—Así que, el chico de veinte años más guapo de Torkiam, ¿eh?, ¿sólo de veinte años?—
Kyria se soltó de nuevo, otra vez algo ofuscada, y mientras Nortem se echaba a reír de nuevo con esa carcajada suya tan propia, Kyria se puso en pie y le despidió con una reverencia cargada de ironía, para dar a entender que él era de la realeza y ella una simple plebeya (¡lástima que él no pueda ver esto! —pensó para sus adentros...).
Mientras Kyria se alejaba hacia la multitud, Nortem siguió riendo mientras recogía sus bártulos y se iba también. El concurso había
terminado y estaban a punto de anunciar a la ganadora.
Hola!
ResponderEliminarInformo que se sortea un ejemplar firmado de la novela Apuesto por ti en
http://apuestoportisaga.blogspot.com.es/2013/03/sorteo-de-un-ejemplar-de-apt.html
Besotes y cuidaos!