Y SE HIZO LA LUZ
Ya había
amanecido, y la luz de un sol más brilante que nunca entraba por la alcoba,
hacia la habitación de Troiik, que se despertó sobresaltado, al ver que ya era
tan de día, pues pensaba que llegaba tarde a su trabajo.
–¡Por el
cielo y por Eak!, habré dormido de maravilla... ¡pero he dormido más de la
cuenta!
De un solo
salto, se puso en pie, se enfundó en sus pantalones grises de faena, se abotonó
una camisa blanca y se dirigió a la pila de agua que tenía colocada junto a la
ventana, para lavarse la cara. El agua estaba muy fría, a pesar de los cálidos
días de primavera en que se hallaban, pero el contacto con el frío le hizo
desperezarse del todo.
–¡ahhhh que
buena!, esto sienta de maravilla.
–¡Nortem,
muchacho! –gritó Troiik mientras
daba dos golpecitos a la puerta de la habitación de su hijo–. ¡Tenemos trabajo,
arriba muchacho!, creo que ya vamos algo tarde.
Se oyó un
bostezo muy largo, y un golpe en la puerta, como si Nortem le hubiera arrojado
la almohada.
–¡Un poco
más, padre!
Troiik bajó
casi volando las escaleras de madera de caracol, era increible ver cuán en
forma seguía estando a sus treinta y ocho años. Parecía un chiquillo muy bien
conservado. Al llegar al salón, éste refulgía con mucha luz, se notaba un
ambiente limpio, fresco, y muy ordenado. Las cortinas estaban abiertas de par
en par y una de las ventanas, yacía abierta, por lo que el fuerte aroma a
pinaza se colaba por la casa.
–¿Erin? –preguntó Troiik, esperando hallarla
por allí cerca.
–¡Aquí, en la
cocina! –gritó la elfa en
respuesta.
Estaba de
espaldas, de cara a los fogones. Se hallaba preparando un delicioso chocolate
caliente, dado su embriagador olor. Los elfos eran expertos en la preparación
de esta materia del cacao. Aparte de eso, debían de echarle alguna esencia de
las que cultivaban en sus bosques, algún ingrediente secreto, pues no tenía el
mismo sabor que cualquier chocolate que te dieran en el pueblo.
Por el
contrario, su sabor era más intenso, aromatico y relajante. El horno se hallaba
con su puertecilla abierta, dejando ver un hermoso pastel recién hecho, que
nada más verlo y olerlo, Troiik pensó que duraría muy poco.
–Siéntate,
Troiik. Come algo, te sentará bien para empezar el día con fuerza–.
Troiik hizo
un ademán de sentarse, pero recordó que tenía prisa.
–No puedo,
Erin. No podemos, hemos dormido demasiado y creo que ya vamos con retraso para
el trabajo. Tengo que bajar a la panadería, cocer un montón de panes, cargarlos
en la carreta y llevarlos al pueblo. Y este chico me va a hacer perder más
tiempo. ¡Nortem!, ¡baja ya, por favor!–.
Erin le
miraba, con esa dulzura y tranquilidad que poseían los elfos, y sonriéndole, le
dijo:
–Es domingo, Troiik.
Hoy no trabajas. Además ayer terminó la feria, ¿recuerdas?, tendrías fiesta
igualmente, por día de descanso.
Troiik
suspiró, se dejó caer en una de las sillas que se encontraban alrededor de la
mesa de pino de la cocina, y se echó las manos a la cara.
–¡Pero qué
tonto soy!, tienes razón, tanto trabajo me había despistado por completo. Ya
decía yo que me hacía falta un parón–.
Y se echó a
reír apoyando la cara contra la mesa, aún cansado. Erin pasó por detrás de él,
y apoyó su mano en la nuca de Troiik.
–Tienes que
descansar y relajarte, Troiik, aún quedan muchas cosas por acontecer, y lo
sabes–.
Troiik dió un
respingo en el sitio, al sentir el contacto de la elfa, y se incorporó
rápidamente en la silla. Algo le parecía raro. Sin querer reparar mucho en el
tema, decidió romper el hielo y sacar otro tema distinto:
–¿Qué hay de
lo que hablamos ayer, Erin? El chico bajará de un momento a otro, y esperará tu
parte del trato. Creo que se fue muy emocionado a la cama, no sé qué tal habrá
dormido...
Erin iba a
comenzar a hablar, cuando de repente se oyó un portazo arriba, y unos pasos
rápidos escaleras abajo. Nortem había memorizado tan bien ese tramo, que lo
hacía como si pudiera realmente ver.
–¡Buenos
días! –gritó Nortem, al parecer,
de muy buen humor.
–¡Y qué bien
huele...! –dijo de nuevo.
–Al parecer,
otro mito más hecho realidad, los elfos cocináis de maravilla. Me pregunto si
hay algo que no sepáis hacer bien–.
Erin y Troiik
se miraron, Erin parecía algo preocupada, con lo que Troiik se quedó algo
confuso.
–No está-
comenzó la elfa–.
–¿Qué quieres
decir con que no está? –preguntó inquieto Nortem.
–La pulsera,
la he buscado toda la noche, mientras dormíais, pero ha desaparecido,
–No puede
ser –se entristeció de repente
Troiik–, es imposible. Si ha estado aquí todos estos años como tú bien dices...
¿has mirado bien?
–Troiik, te
juro que he mirado por todas partes. Primero busqué en el punto exacto donde la
escondí hace veinte años, debajo de la viga más alta y más retirada de tu
alcoba. No estaba allí. Dudé de haberme confundido, porque los elfos tenemos
muy buena memoria. Aún así, fui levantando cada viga, una a una, y colocándolas
en su lugar otra vez. Después ya desesperada, bajé a la planta de abajo y
recorrí cada rincón posible, pero nada. Ni rastro tampoco en las cuadras o en
la panadería.
–No era de
extrañar –dijo Nortem con
expresión indiferente y llevándose un trozo de pastel a la boca.
–Cuando se
trata del bueno de Nortem, nada sale bien. ¡Está claro que tengo muy mala suerte!
–¡Nortem! –le reprimió su padre, –Erin dice la
verdad en todo esto, y está claro que hay alguien más detrás del asunto. Todo
se arreglará. Y tú bien sabes que Eak te prometió la vista, y Él no puede
negarse a sí mismo. Te Fe, y un poquito más de paciencia, verás como todo
llega. Al que cree, todo le es posible.
Nortem agachó
la cabeza, algo avergonzado ante las palabras de su padre, pues éste tenía toda
la razón.
–Y ahora
pensemos –dijo Troiik dirigiendo la mirada a Erin.
–Quizá hay
alguien más que lo sepa, quizá algún otro elfo de tu clan. ¿No venías con dos
más?
–Ellos no
harían una cosa así. Romak es joven y algo travieso, pero siempre ha obedecido
a mis mandatos desde que era pequeño. Y Riot... es alguien en quien puedes
confiar plenamente. Es amigo de la familia desde hace cientos de años, y ha
estado protegiéndome desde antes de que Martyam muriera. No podría desconfiar
de él.
Erin se quedó
pensativa, con la mirada perdida.
–Vaya –dijo Troiik con una risa algo
burlona–, parece ser que a tu tía le ha salido un pretendiente, Nortem–.
Erin se puso
colorada, lo cual destacaba mucho en su tan pálida tez.
–Por el modo
en que hablas y defiendes a ese Riot
–continuó Troiik–, yo diría que es más que tu “elfo de la guarda”, –y se
echo a reir mientras a Erin le cambiaba el rostro de timidez a enfado.
–¿Y a ti qué
te importa lo que pueda o no pueda yo sentir? –levantó la voz la elfa–. No es asunto tuyo, y ya que
estamos con las acusaciones... ¿acaso tienes celos?
Ahora la elfa
es la que sonreía, dejando ver su inmácula belleza, mientras Troiik se carcomía
de verguenza. Nortem les escuchaba, y no podía evitar el que se le escapase una
pequeña risita, a lo que los dos adultos reaccionaron girando su cabeza hacia
él, con caras de pocos amigos.
–Nortem, esto
no es asunto tuyo muchacho. Tu tía está algo alterada por lo de la pérdida de
la pulsera –dijo Troiik
sujetándola por el hombro a modo de colegas.
–Está todo
bien, Nortem –repuso su tía
colocando su mano otra vez sobre la nuca de Troiik, - al parecer estamos todos
algo estresados y arremetemos con lo que venga.
Troiik volvió
a sentir otro escalofrío al sentir la mano de Erin sobre él, y la apartó
delicadamente para que ella no se sintiera ofendida de nuevo. Los dos se
miraron serios, y después se dirigieron a Nortem.
–Resulta, que
no podré sanarte hasta que no encontremos esa pulsera. Es de vital
importancia–.
Erin trataba
de explicarle a Nortem, pero éste en lugar de enfadarse, prefirió resignarse y
continuó con su desayuno.
–Es igual tía
Erin. Bueno no, tampoco quiero mentirte. Lo que quiero decir, es que he sabido
apañármelas durante casi veinte años. No me ha ido tan mal, y sigo con la
promesa de Eak en mente. Sé que él lo hará. Troiik y yo te ayudaremos a
encontrar esa pulsera sea como sea. Puedes quedarte aquí con nosotros el tiempo
que quieras. Si te apetece, claro.
Troiik la
miró, e hizo un gesto juntando las dos manos, a modo de pedir por favor que se
quedara. Ella sonrío y dijo:
–Bueno, si
tanto necesitáis de mi compañía y ayuda, por mí bien. Pero tengo que volver
esta noche al bosque, a avisar a mi hermano Romak y a R...
Erin miró
suspicazmente a Troiik, que ya había empezado a ponerse nervioso con solo oír
el nombre de aquel elfo.
–Tengo que
darles las nuevas, Troiik. Al fin y al cabo somos un equipo, y ellos deben de
estar al tanto de todo como yo–. Troiik asintió con la cabeza. Después,
dirigiéndose a Nortem le dijo:
–Bueno,
muchacho, ¿qué quieres hacer hoy?, tenemos todo el día libre. Y ya que tu tía
va a estar algo ocupada... ¿te parace que vayamos de pesca, y después bajemos
en carreta al pueblo y comamos en la cantina?
Nortem accedió gustoso.
Los domingos,
la cantina se llenaba de rostros conocidos, y muchas veces hasta compañeros de
la escuela, y por supuesto Kyria.
Erin prefirió quedarse en la casa, para vigilar cualquier imprevisto y
dar un ultimo vistazo a cualquier rincón que se hubiera podido dejar. Troiik y Nortem se pusieron sus ropas
de domingo.
Nortem llevaba unos pantalones negros
abotonados a la parte derecha de su cintura, con sus botas marrones, recién
cepilladas y brillantes. La parte de arriba la cubría con una camisa blanca, de
manga larga, pero arremangada, con dos botones en el cuello, que el mismo
desabrochaba para estar más cómodo. Se había duchado, y el pelo estaba algo
desaliñado pero el sol que lucía ese día daba una mayor intensidad a su color
cobrizo.
Resultaba muy
apuesto. Troiik iba exactamente igual que su hijo, pero su camisa era de un
gris claro, lo cual hacía un buen contraste con sus ojos.
Los botones de su camisa sí estaban abrochados. Era
un adulto y tenía que guardar la compostura.
Cuando
llegaron a Torkiam, el cielo parecía volver a encapotarse, de la misma manera
que el día anterior. El pueblo estaba tranquilo, era día de descanso, y todo el
mundo se hallaba en sus casas o en la cantina. Al llegar a la cantina, ésta
rebosaba de gente. Mesas que se vaciaban y se volvían a llenar de gente que
estaba esperando. No tuvieron que esperar mucho, y Nortem se alegró de ello,
pues el rico olor que emanaba de la cocina era demasiado bueno. Se le iba
haciendo la boca agua cada vez más.
–Pasen por
aquí –les dijo la mujer del
cantinero, señalándoles con la mano una mesa libre que había a un lado del
salón, justo pegada a una de las ventanas. Ya había comenzado a llover.
–Y bien –continuó la mujer una vez se hubieron
sentado–. ¿Qué va a ser?
Troiik fue
quien pidió primero.
–A mi puede
traerme un buen filete de ciervo con patatas y zanahorias asadas.
Y una jarra
mediana de la mejor cerveza que tenga. Gracias.-
Nortem estaba
aún decidiéndose cuando una voz familiar entró en la cantina.
–¡Nortem,
Troiik! –Era Kyria. Venía
acompañada de sus padres, y acercándose a la mesa de Nortem y su padre, les
saludó:
–Muy buenas,
caballeros. Vaya como ha cambiado el tiempo, ¿eh?
Nortem
permanecía callado.
–¿Llueve
mucho, Kyria? –preguntó Troiik,
queriendo quitar paja al asunto.
–Ni te lo
imaginas –contestó Kyria dejando
caer la capucha de su capa hacia Nortem, mojándole la cara con las gotas que
aún no había absorvido la tela.
–Buenos, días
a ti también, Kyria –dijo Nortem en su tono peculiar, y haciendo una pequeña
reverencia. Troiik los miraba, y escuchaba sus poco cordiales saludos, y no
salía de su asombro. Reaccionó rápido, y se adelantó a decir:
–Kyria, anda
ve y dile a tus padres que se sienten aquí, nos han dado una mesa grande para
sólo dos personas.
Troiik sintió
un fuerte pisotón y puso cara de pocos amigos, pero como Kyria estaba delante,
y se había percatado del hecho, por el ruido que había hecho la mesa, cambió el
gesto, y volviendo a sonreir educadamente, continuó:
–En serio,
será un placer compartir con vosotros esta mesa y la comida. Será entretenido
charlar con tus padres, Kyria. Y tú y Nortem podéís... bueno, charlar de
vuestras cosas.
Nortem no
quiso dar más pisotones a su, según él, inoportuno padre, y se limitó a esperar
la reacción de su amiga.
Kyria salió a
paso acelerado, dispuesta a dar el mensaje a sus padres, que estaban aún en la
puerta, esperando a ser llevados a una mesa. A los pocos minutos, estaban de
vuelta, los tres, y Troiik le dió un golpecito en el hombro a Nortem, para que
se moviera. Nortem iba a ponerse de pie, para sentarse con su padre, pero
Troiik le dijo que se quedara donde estaba, que se echara a un lado
simplemente.
–Deja que
Kyria se siente ahí contigo, haré sitio en éste banco para sus padres.
–Pero... es
que no me apetece...
–Shhh...
ahora calla. Ya están aquí–le reprendió Troiik.
Nortem se
hizo a un lado, y Kyria pillando la indirecta, se sentó a su lado. En frente se
sentaban sus padres y Troiik. Por fin, y después de saludarse, todos pidieron
sus platos,
las bebidas, y tuvieron una agradable sobremesa.
Los tres
adultos estuvieron hablando un buen rato, pero Nortem y Kyria se limitaban a
decirse frases cortas y asentir a los comentarios que creían oportunos por
parte de sus compañeros de mesa. Después de otro largo rato, Troiik se dió
cuenta de que había cesado de llover. El
cielo seguía aún cubierto por alguna nube, pero al menos ya no llovía, y viendo
la incomodidad de Nortem y Kyria, les dijo:
–¿Por qué no
salís a dar un paseo vosotros dos?, seguramente nuestras conversaciones de
mayores os tienen más que aburridos. Aprovechad ahora que no llueve.
Kyria
asintió, se puso en pie, y volviendo a colocarse su capa, esta vez sin la
capucha, se dirigió a Nortem, le cogió del brazo para guiarle, y éste se puso
en pie. Ambos salieron de la cantina sin decir ni una sola palabra. Caminaron
por la aldea, intentando esquivar las zonas embarradas por la lluvia que había
caído, y poco después llegaron a una pradera, al lado de un riachuelo que
corría por allí.
La hierba
estaba húmeda, asi que Kyria se quitó su capa, la dobló y la extendió para que
ambos pudieran sentarse sin mojarse.
–Gracias
–dijo Nortem algo más relajado ahora que no se hallaban en presencia de sus
padres.
–No hay de
qué –respondió kyria–. Para eso
están los AMIGOS.
La última
palabra le sonó tan fuerte a Nortem, que no supo descifrar cuánta ofensa se
escondía detrás.
–He sido un
completo idiota, otra vez lo he vuelto a hacer. Lo siento Kyria, lo siento de
veras.
–Y cuánto va
a durar esta vez, ¿eh, Nortem? –Kyria volvía al ataque.
–Intento
actuar de una manera sencilla, ¿sabes?, pero no me lo pones nada fácil, porque
tu comportamiento deja mucho que desear... Si tu actitud fuera menos cortante
cuando estás conmigo, al menos en público...
Kyria comenzó
a sollozar, y Nortem cogió su mano e intentó calmarla:
–Por favor
Kyria, no me hagas esto. No llores por esto, de verdad. No tiene...
–Para mí es
importante, ¿sabes Nortem? Kyria volvía a estar enfadada.
–Te lo diré
de esta manera: te amo, Nortem. Llevo ya un tiempo enamorada de ti, y no se por
qué, la verdad. Todo lo que recibo por tu parte es una de cal y otra de arena.
Estoy cansada ya de esta situación.
Me tienes que
dar una respuesta, y me la tienes que dar ya.
Nortem soltó
su mano, se acercó a su mejilla y le dio un suave beso.
–Sé que esto
no es suficiente, pero soy un chico decente, y no voy a besarte en los labios
hasta estar completamente seguro de que quiero hacerlo. No quiero sobrepasarme
contigo. Eres muy especial para mí, importante, divertida, inteligente,
preciosa según la descripción de mi padre, y sabes que estoy a la espera de que
Eak haga un milagro y me devuelva la vista.
–Pero eso
puede tardar años, Nortem–. Kyria comenzó a sollozar de nuevo–. De hecho, ¡ese
momento podría no llegar nunca!
–Tienes que
aprender a confiar, Kyria. Creo de todo corazón que ese día llegará, y entonces
podré juzgarte por mí mismo, y todo será distinto. He esperado mucho y no
quiero arruinarlo ahora–.
Nortem estaba
poniéndose algo incómodo pues Kyria se hallaba ya fundida en sus brazos,
apoyada en su pecho, y con el rostro muy cerca del suyo. Nortem besó su frente,
y desperezándose de sus brazos suavemente, le dijo:
–Hay cosas
que me gustaría descubrir antes, y muchas otras que quiero contarte. Pero son
difíciles de comprender, así que necesito que me des algo de tiempo para
organizarme y hacerlo bien.
Kyria no dijo
nada, pero por primera vez, confió en una de las promesas de Nortem, y decidió
hacerle caso.
–Está bien.
Algo me dice que por fin vas a ocuparte de nuestra relación. Pero más te vale
que te des prisa Nortem. No es justo que me tengas así por mucho tiempo. La
gente empieza ya a rumorear cosas sobre nosotros.
–Bueno –dijo Nortem–. Que digan lo que
quieran. Esto sólo nos concierne a ti y a mí–.
Las palabras
de Nortem hicieron que Kyria recobrara la esperanza y dejó salir una sonrisita,
que Nortem pudo escuchar.
–Vaya –dijo tocando su pelo y haciendo
tirabuzones con uno de los mechones–, veo que ya estás más contenta. Así me
gusta. En serio, llorar por esto no merece la pena. Sólo hará más lento el
proceso, y más sufrido.
Kyria se puso
en pie, y ayudó a Nortem a hacer lo mismo. Se acercó a su mejilla, y le dió el
mismo beso suave que él la había regalado unos momentos antes.
–Esperaré lo
que haga falta. Y créeme no te arrepentirás.
Y cogidos de
la mano, volvieron hacia la cantina, a reunirse con sus padres. Justo cuando
estaban a punto de entrar de nuevo, se soltaron corriendo, para que no les
atosigaran a preguntas. Nortem se acercó a Kyria, y con mucho disimulo la
susurró al oído:
–Ya te estoy
echando de menos, Kyria.
Ella sintió que
los pelos de la nuca se le erizaban, y que sus mejillas cobraban un color rojo
intenso, pero se contuvo rápidamente y puso los pies en tierra de nuevo. Sus
padres estaban ya saliendo por la puerta, así que se quedaron allí de pie,
esperando a que los tres adultos se despidieran.
–Ha sido un
placer, Troiik –dijeron Sumus y su mujer. La próxima vez tenéis que venir casa
a merendar o a cenar. Será una velada maravillosa. Siempre es bueno estar
rodeado de buenos amigos.
Troiik dió un fuerte abrazo a su Viejo amigo, saludó a Santia, su mujer, y dando una palmadita
en la espalda a Nortem, le dijo:
–Vamos
muchacho, hay que marcharse para casa ya. ¿Habeís disfrutado del paseo?
–Sí, mucho
–contestaron los dos a la vez.
Troiik les
miró confuso, queriendo comparar sus actitudes durante la comida y ahora, y no
podia creerlo.
–Bien, me
alegro mucho. Nos veremos pronto, Kyria.
Troiik saludó
con la mano a los tres una vez más, mientras se cogía del brazo de Nortem y se
dirigía hacia la carreta. Nortem parecía contento, no paró de parlotear durante
el camino a casa, y a Troiik, esto le agradaba en gran manera.
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