lunes, 29 de abril de 2013

CAPÍTULO 4



Y SE HIZO LA LUZ

Ya había amanecido, y la luz de un sol más brilante que nunca entraba por la alcoba, hacia la habitación de Troiik, que se despertó sobresaltado, al ver que ya era tan de día, pues pensaba que llegaba tarde a su trabajo.

–¡Por el cielo y por Eak!, habré dormido de maravilla... ¡pero he dormido más de la cuenta!

De un solo salto, se puso en pie, se enfundó en sus pantalones grises de faena, se abotonó una camisa blanca y se dirigió a la pila de agua que tenía colocada junto a la ventana, para lavarse la cara. El agua estaba muy fría, a pesar de los cálidos días de primavera en que se hallaban, pero el contacto con el frío le hizo desperezarse del todo.
–¡ahhhh que buena!, esto sienta de maravilla.
–¡Nortem, muchacho!  –gritó Troiik mientras daba dos golpecitos a la puerta de la habitación de su hijo–. ¡Tenemos trabajo, arriba muchacho!, creo que ya vamos algo tarde.
Se oyó un bostezo muy largo, y un golpe en la puerta, como si Nortem le hubiera arrojado la almohada.
–¡Un poco más, padre!
Troiik bajó casi volando las escaleras de madera de caracol, era increible ver cuán en forma seguía estando a sus treinta y ocho años. Parecía un chiquillo muy bien conservado. Al llegar al salón, éste refulgía con mucha luz, se notaba un ambiente limpio, fresco, y muy ordenado. Las cortinas estaban abiertas de par en par y una de las ventanas, yacía abierta, por lo que el fuerte aroma a pinaza se colaba por la casa.
–¿Erin?  –preguntó Troiik, esperando hallarla por allí cerca.
–¡Aquí, en la cocina!  –gritó la elfa en respuesta.
Estaba de espaldas, de cara a los fogones. Se hallaba preparando un delicioso chocolate caliente, dado su embriagador olor. Los elfos eran expertos en la preparación de esta materia del cacao. Aparte de eso, debían de echarle alguna esencia de las que cultivaban en sus bosques, algún ingrediente secreto, pues no tenía el mismo sabor que cualquier chocolate que te dieran en el pueblo.
Por el contrario, su sabor era más intenso, aromatico y relajante. El horno se hallaba con su puertecilla abierta, dejando ver un hermoso pastel recién hecho, que nada más verlo y olerlo, Troiik pensó que duraría muy poco.

–Siéntate, Troiik. Come algo, te sentará bien para empezar el día con fuerza–.
Troiik hizo un ademán de sentarse, pero recordó que tenía prisa.
–No puedo, Erin. No podemos, hemos dormido demasiado y creo que ya vamos con retraso para el trabajo. Tengo que bajar a la panadería, cocer un montón de panes, cargarlos en la carreta y llevarlos al pueblo. Y este chico me va a hacer perder más tiempo. ¡Nortem!, ¡baja ya, por favor!–.

Erin le miraba, con esa dulzura y tranquilidad que poseían los elfos, y sonriéndole, le dijo:
–Es domingo, Troiik. Hoy no trabajas. Además ayer terminó la feria, ¿recuerdas?, tendrías fiesta igualmente, por día de descanso.
Troiik suspiró, se dejó caer en una de las sillas que se encontraban alrededor de la mesa de pino de la cocina, y se echó las manos a la cara.
–¡Pero qué tonto soy!, tienes razón, tanto trabajo me había despistado por completo. Ya decía yo que me hacía falta un parón–.
Y se echó a reír apoyando la cara contra la mesa, aún cansado. Erin pasó por detrás de él, y apoyó su mano en la nuca de Troiik.
–Tienes que descansar y relajarte, Troiik, aún quedan muchas cosas por acontecer, y lo sabes–.
Troiik dió un respingo en el sitio, al sentir el contacto de la elfa, y se incorporó rápidamente en la silla. Algo le parecía raro. Sin querer reparar mucho en el tema, decidió romper el hielo y sacar otro tema distinto:
–¿Qué hay de lo que hablamos ayer, Erin? El chico bajará de un momento a otro, y esperará tu parte del trato. Creo que se fue muy emocionado a la cama, no sé qué tal habrá dormido...
Erin iba a comenzar a hablar, cuando de repente se oyó un portazo arriba, y unos pasos rápidos escaleras abajo. Nortem había memorizado tan bien ese tramo, que lo hacía como si pudiera realmente ver.

–¡Buenos días!  –gritó Nortem, al parecer, de muy buen humor.
–¡Y qué bien huele...!  –dijo de nuevo.
–Al parecer, otro mito más hecho realidad, los elfos cocináis de maravilla. Me pregunto si hay algo que no sepáis hacer bien–.
Erin y Troiik se miraron, Erin parecía algo preocupada, con lo que Troiik se quedó algo confuso.
–No está- comenzó la elfa–.
–¿Qué quieres decir con que no está? –preguntó inquieto Nortem.
–La pulsera, la he buscado toda la noche, mientras dormíais, pero ha desaparecido,
–No puede ser  –se entristeció de repente Troiik–, es imposible. Si ha estado aquí todos estos años como tú bien dices... ¿has mirado bien?

–Troiik, te juro que he mirado por todas partes. Primero busqué en el punto exacto donde la escondí hace veinte años, debajo de la viga más alta y más retirada de tu alcoba. No estaba allí. Dudé de haberme confundido, porque los elfos tenemos muy buena memoria. Aún así, fui levantando cada viga, una a una, y colocándolas en su lugar otra vez. Después ya desesperada, bajé a la planta de abajo y recorrí cada rincón posible, pero nada. Ni rastro tampoco en las cuadras o en la panadería.

–No era de extrañar  –dijo Nortem con expresión indiferente y llevándose un trozo de pastel a la boca.
–Cuando se trata del bueno de Nortem, nada sale bien. ¡Está claro que tengo muy mala suerte!
–¡Nortem!  –le reprimió su padre, –Erin dice la verdad en todo esto, y está claro que hay alguien más detrás del asunto. Todo se arreglará. Y tú bien sabes que Eak te prometió la vista, y Él no puede negarse a sí mismo. Te Fe, y un poquito más de paciencia, verás como todo llega. Al que cree, todo le es posible.
Nortem agachó la cabeza, algo avergonzado ante las palabras de su padre, pues éste tenía toda la razón.

–Y ahora pensemos –dijo Troiik dirigiendo la mirada a Erin.
–Quizá hay alguien más que lo sepa, quizá algún otro elfo de tu clan. ¿No venías con dos más?
–Ellos no harían una cosa así. Romak es joven y algo travieso, pero siempre ha obedecido a mis mandatos desde que era pequeño. Y Riot... es alguien en quien puedes confiar plenamente. Es amigo de la familia desde hace cientos de años, y ha estado protegiéndome desde antes de que Martyam muriera. No podría desconfiar de él.
Erin se quedó pensativa, con la mirada perdida.
–Vaya  –dijo Troiik con una risa algo burlona–, parece ser que a tu tía le ha salido un pretendiente, Nortem–.
Erin se puso colorada, lo cual destacaba mucho en su tan pálida tez.

–Por el modo en que hablas y defiendes a ese Riot  –continuó Troiik–, yo diría que es más que tu “elfo de la guarda”, –y se echo a reir mientras a Erin le cambiaba el rostro de timidez a enfado.

–¿Y a ti qué te importa lo que pueda o no pueda yo sentir?  –levantó la voz la elfa–. No es asunto tuyo, y ya que estamos con las acusaciones... ¿acaso tienes celos?
Ahora la elfa es la que sonreía, dejando ver su inmácula belleza, mientras Troiik se carcomía de verguenza. Nortem les escuchaba, y no podía evitar el que se le escapase una pequeña risita, a lo que los dos adultos reaccionaron girando su cabeza hacia él, con caras de pocos amigos.

–Nortem, esto no es asunto tuyo muchacho. Tu tía está algo alterada por lo de la pérdida de la pulsera  –dijo Troiik sujetándola por el hombro a modo de colegas.
–Está todo bien, Nortem  –repuso su tía colocando su mano otra vez sobre la nuca de Troiik, - al parecer estamos todos algo estresados y arremetemos con lo que venga.
Troiik volvió a sentir otro escalofrío al sentir la mano de Erin sobre él, y la apartó delicadamente para que ella no se sintiera ofendida de nuevo. Los dos se miraron serios, y después se dirigieron a Nortem.

–Resulta, que no podré sanarte hasta que no encontremos esa pulsera. Es de vital importancia–.
Erin trataba de explicarle a Nortem, pero éste en lugar de enfadarse, prefirió resignarse y continuó con su desayuno.
–Es igual tía Erin. Bueno no, tampoco quiero mentirte. Lo que quiero decir, es que he sabido apañármelas durante casi veinte años. No me ha ido tan mal, y sigo con la promesa de Eak en mente. Sé que él lo hará. Troiik y yo te ayudaremos a encontrar esa pulsera sea como sea. Puedes quedarte aquí con nosotros el tiempo que quieras. Si te apetece, claro.
Troiik la miró, e hizo un gesto juntando las dos manos, a modo de pedir por favor que se quedara. Ella sonrío y dijo:
–Bueno, si tanto necesitáis de mi compañía y ayuda, por mí bien. Pero tengo que volver esta noche al bosque, a avisar a mi hermano Romak y a R...
Erin miró suspicazmente a Troiik, que ya había empezado a ponerse nervioso con solo oír el nombre de aquel elfo.

–Tengo que darles las nuevas, Troiik. Al fin y al cabo somos un equipo, y ellos deben de estar al tanto de todo como yo–. Troiik asintió con la cabeza. Después, dirigiéndose a Nortem le dijo:
–Bueno, muchacho, ¿qué quieres hacer hoy?, tenemos todo el día libre. Y ya que tu tía va a estar algo ocupada... ¿te parace que vayamos de pesca, y después bajemos en carreta al pueblo y comamos en la cantina?
Nortem accedió gustoso.
Los domingos, la cantina se llenaba de rostros conocidos, y muchas veces hasta compañeros de la escuela, y por supuesto Kyria.  Erin prefirió quedarse en la casa, para vigilar cualquier imprevisto y dar un ultimo vistazo a cualquier rincón que se hubiera podido dejar.  Troiik y Nortem se pusieron sus ropas de domingo.
  Nortem llevaba unos pantalones negros abotonados a la parte derecha de su cintura, con sus botas marrones, recién cepilladas y brillantes. La parte de arriba la cubría con una camisa blanca, de manga larga, pero arremangada, con dos botones en el cuello, que el mismo desabrochaba para estar más cómodo. Se había duchado, y el pelo estaba algo desaliñado pero el sol que lucía ese día daba una mayor intensidad a su color cobrizo.
Resultaba muy apuesto. Troiik iba exactamente igual que su hijo, pero su camisa era de un gris claro, lo cual hacía un buen contraste con sus ojos.
Los botones de su camisa sí estaban abrochados. Era un adulto y tenía que guardar la compostura.

Cuando llegaron a Torkiam, el cielo parecía volver a encapotarse, de la misma manera que el día anterior. El pueblo estaba tranquilo, era día de descanso, y todo el mundo se hallaba en sus casas o en la cantina. Al llegar a la cantina, ésta rebosaba de gente. Mesas que se vaciaban y se volvían a llenar de gente que estaba esperando. No tuvieron que esperar mucho, y Nortem se alegró de ello, pues el rico olor que emanaba de la cocina era demasiado bueno. Se le iba haciendo la boca agua cada vez más.

–Pasen por aquí  –les dijo la mujer del cantinero, señalándoles con la mano una mesa libre que había a un lado del salón, justo pegada a una de las ventanas. Ya había comenzado a llover.
–Y bien  –continuó la mujer una vez se hubieron sentado–. ¿Qué va a ser?
Troiik fue quien pidió primero.
–A mi puede traerme un buen filete de ciervo con patatas y zanahorias asadas.
Y una jarra mediana de la mejor cerveza que tenga. Gracias.-
Nortem estaba aún decidiéndose cuando una voz familiar entró en la cantina.
–¡Nortem, Troiik!  –Era Kyria. Venía acompañada de sus padres, y acercándose a la mesa de Nortem y su padre, les saludó:
–Muy buenas, caballeros. Vaya como ha cambiado el tiempo, ¿eh?
Nortem permanecía callado.
–¿Llueve mucho, Kyria?  –preguntó Troiik, queriendo quitar paja al asunto.
–Ni te lo imaginas  –contestó Kyria dejando caer la capucha de su capa hacia Nortem, mojándole la cara con las gotas que aún no había absorvido la tela.
–Buenos, días a ti también, Kyria –dijo Nortem en su tono peculiar, y haciendo una pequeña reverencia. Troiik los miraba, y escuchaba sus poco cordiales saludos, y no salía de su asombro. Reaccionó rápido, y se adelantó a decir:
–Kyria, anda ve y dile a tus padres que se sienten aquí, nos han dado una mesa grande para sólo dos personas.
Troiik sintió un fuerte pisotón y puso cara de pocos amigos, pero como Kyria estaba delante, y se había percatado del hecho, por el ruido que había hecho la mesa, cambió el gesto, y volviendo a sonreir educadamente, continuó:
–En serio, será un placer compartir con vosotros esta mesa y la comida. Será entretenido charlar con tus padres, Kyria. Y tú y Nortem podéís... bueno, charlar de vuestras cosas.
Nortem no quiso dar más pisotones a su, según él, inoportuno padre, y se limitó a esperar la reacción de su amiga.
Kyria salió a paso acelerado, dispuesta a dar el mensaje a sus padres, que estaban aún en la puerta, esperando a ser llevados a una mesa. A los pocos minutos, estaban de vuelta, los tres, y Troiik le dió un golpecito en el hombro a Nortem, para que se moviera. Nortem iba a ponerse de pie, para sentarse con su padre, pero Troiik le dijo que se quedara donde estaba, que se echara a un lado simplemente.
–Deja que Kyria se siente ahí contigo, haré sitio en éste banco para sus padres.
–Pero... es que no me apetece...
–Shhh... ahora calla. Ya están aquí–le reprendió Troiik.
Nortem se hizo a un lado, y Kyria pillando la indirecta, se sentó a su lado. En frente se sentaban sus padres y Troiik. Por fin, y después de saludarse, todos pidieron sus platos,
las bebidas, y tuvieron una agradable sobremesa.
Los tres adultos estuvieron hablando un buen rato, pero Nortem y Kyria se limitaban a decirse frases cortas y asentir a los comentarios que creían oportunos por parte de sus compañeros de mesa. Después de otro largo rato, Troiik se dió cuenta de que había cesado de llover. El cielo seguía aún cubierto por alguna nube, pero al menos ya no llovía, y viendo la incomodidad de Nortem y Kyria, les dijo:

–¿Por qué no salís a dar un paseo vosotros dos?, seguramente nuestras conversaciones de mayores os tienen más que aburridos. Aprovechad ahora que no llueve.
Kyria asintió, se puso en pie, y volviendo a colocarse su capa, esta vez sin la capucha, se dirigió a Nortem, le cogió del brazo para guiarle, y éste se puso en pie. Ambos salieron de la cantina sin decir ni una sola palabra. Caminaron por la aldea, intentando esquivar las zonas embarradas por la lluvia que había caído, y poco después llegaron a una pradera, al lado de un riachuelo que corría por allí.
La hierba estaba húmeda, asi que Kyria se quitó su capa, la dobló y la extendió para que ambos pudieran sentarse sin mojarse.

–Gracias –dijo Nortem algo más relajado ahora que no se hallaban en presencia de sus padres.
–No hay de qué  –respondió kyria–. Para eso están los AMIGOS.
La última palabra le sonó tan fuerte a Nortem, que no supo descifrar cuánta ofensa se escondía detrás.

–He sido un completo idiota, otra vez lo he vuelto a hacer. Lo siento Kyria, lo siento de veras.
–Y cuánto va a durar esta vez, ¿eh, Nortem? –Kyria volvía al ataque.
–Intento actuar de una manera sencilla, ¿sabes?, pero no me lo pones nada fácil, porque tu comportamiento deja mucho que desear... Si tu actitud fuera menos cortante cuando estás conmigo, al menos en público...
Kyria comenzó a sollozar, y Nortem cogió su mano e intentó calmarla:
–Por favor Kyria, no me hagas esto. No llores por esto, de verdad. No tiene...
–Para mí es importante, ¿sabes Nortem? Kyria volvía a estar enfadada.
–Te lo diré de esta manera: te amo, Nortem. Llevo ya un tiempo enamorada de ti, y no se por qué, la verdad. Todo lo que recibo por tu parte es una de cal y otra de arena. Estoy cansada ya de esta situación.
Me tienes que dar una respuesta, y me la tienes que dar ya.
Nortem soltó su mano, se acercó a su mejilla y le dio un suave beso.

–Sé que esto no es suficiente, pero soy un chico decente, y no voy a besarte en los labios hasta estar completamente seguro de que quiero hacerlo. No quiero sobrepasarme contigo. Eres muy especial para mí, importante, divertida, inteligente, preciosa según la descripción de mi padre, y sabes que estoy a la espera de que Eak haga un milagro y me devuelva la vista.
–Pero eso puede tardar años, Nortem–. Kyria comenzó a sollozar de nuevo–. De hecho, ¡ese momento podría no llegar nunca!
–Tienes que aprender a confiar, Kyria. Creo de todo corazón que ese día llegará, y entonces podré juzgarte por mí mismo, y todo será distinto. He esperado mucho y no quiero arruinarlo ahora–.
Nortem estaba poniéndose algo incómodo pues Kyria se hallaba ya fundida en sus brazos, apoyada en su pecho, y con el rostro muy cerca del suyo. Nortem besó su frente, y desperezándose de sus brazos suavemente, le dijo:

–Hay cosas que me gustaría descubrir antes, y muchas otras que quiero contarte. Pero son difíciles de comprender, así que necesito que me des algo de tiempo para organizarme y hacerlo bien.
Kyria no dijo nada, pero por primera vez, confió en una de las promesas de Nortem, y decidió hacerle caso.

–Está bien. Algo me dice que por fin vas a ocuparte de nuestra relación. Pero más te vale que te des prisa Nortem. No es justo que me tengas así por mucho tiempo. La gente empieza ya a rumorear cosas sobre nosotros.
–Bueno  –dijo Nortem–. Que digan lo que quieran. Esto sólo nos concierne a ti y a mí–.
Las palabras de Nortem hicieron que Kyria recobrara la esperanza y dejó salir una sonrisita, que Nortem pudo escuchar.
–Vaya  –dijo tocando su pelo y haciendo tirabuzones con uno de los mechones–, veo que ya estás más contenta. Así me gusta. En serio, llorar por esto no merece la pena. Sólo hará más lento el proceso, y más sufrido.
Kyria se puso en pie, y ayudó a Nortem a hacer lo mismo. Se acercó a su mejilla, y le dió el mismo beso suave que él la había regalado unos momentos antes.

–Esperaré lo que haga falta. Y créeme no te arrepentirás.
Y cogidos de la mano, volvieron hacia la cantina, a reunirse con sus padres. Justo cuando estaban a punto de entrar de nuevo, se soltaron corriendo, para que no les atosigaran a preguntas. Nortem se acercó a Kyria, y con mucho disimulo la susurró al oído:
–Ya te estoy echando de menos, Kyria.
Ella sintió que los pelos de la nuca se le erizaban, y que sus mejillas cobraban un color rojo intenso, pero se contuvo rápidamente y puso los pies en tierra de nuevo. Sus padres estaban ya saliendo por la puerta, así que se quedaron allí de pie, esperando a que los tres adultos se despidieran.

–Ha sido un placer, Troiik –dijeron Sumus y su mujer. La próxima vez tenéis que venir casa a merendar o a cenar. Será una velada maravillosa. Siempre es bueno estar rodeado de buenos amigos.
Troiik dió un fuerte abrazo a su Viejo amigo, saludó a Santia, su mujer, y dando una palmadita en la espalda a Nortem, le dijo:

–Vamos muchacho, hay que marcharse para casa ya. ¿Habeís disfrutado del paseo?
–Sí, mucho –contestaron los dos a la vez.
Troiik les miró confuso, queriendo comparar sus actitudes durante la comida y ahora, y no podia creerlo.
–Bien, me alegro mucho. Nos veremos pronto, Kyria.
Troiik saludó con la mano a los tres una vez más, mientras se cogía del brazo de Nortem y se dirigía hacia la carreta. Nortem parecía contento, no paró de parlotear durante el camino a casa, y a Troiik, esto le agradaba en gran manera.













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