domingo, 2 de junio de 2013

CAPÍTULO 5 ¡NO DEJES DE LEERLO!



UN NUEVO INQUILINO


Al llegar a la casa, todo estaba tranquilo y, una vez más, ordenado y limpio. Erin no estaba. Ya se había marchado en dirección al bosque, pero había dejado una nota para Troiik:

“ Queridos Troiik y Nortem, como os comenté anoche, he tenido que salir para los bosques Kiar a reunirme con los otros elfos y dar la nuevas sobre la pulsera. Volveré dentro de dos días, mientras tanto estaréis bien protegidos “.
Erin.

Troiik acababa de leer en voz alta la nota, para que Nortem pudiera escucharla, y justo al terminar de leerla y volver a doblarla, Nortem preguntó:

–Padre, ¿qué ha querido decir con eso de “estaréis bien protegidos” ?
–No lo sé hijo –respondió Troiik igual de confuso. Quizá nos esté vigilando desde los bosques o quizá...
No terminó la frase, cuando alguien saltó desde detrás del sofá, como si hubiera estado espiando.
–¡Hola mi querida familia! Tenía muchas ganas de conoceros en persona.
Troiik y Nortem se quedaron perplejos al ver delante de ellos a un hombre muy alto, como media cabeza más alto que Troiik, que era mucho. El joven tenía los mismos rasgos faciales que Erin, pero más pronunciados, por lo que dedujeron que era un elfo. Tenía el mismo color de pelo que Nortem, y una sonrisa algo pícara de oreja a oreja. Los ojos azules como el mar embravecido, y un zarcillo plateado en la oreja derecha. Vestía unos pantalones verdes, parecidos a los de los duendes de los cuentos, y una camisa ancha azul oscura. También un cinturón de borlas doradas, con muchos bolsillos donde guardaba multiples objetos desde una pequeña daga, un arco y su correspondiente flecha, unos raros botecitos, y unas piedras. Las botas que calzaba eran finas y negras, muy bien trabajadas. Hasta para ésto tenían muy buena mano los elfos. Después de quedárselo mirando un buen rato, el elfo continuó hablando:

–¿Es que no me vais a recibir como es debido? Está bien, veo que mi hermanita no os ha hablado mucho de mí... Me llamo Romak. Soy vuestro cuñado y tío  –dijo haciendo una pequeña reverencia a la vez que miraba a Troiik y a Nortem.
–Soy el pequeño de la familia, y he venido a pasar unos días con vosotros.
–Dos, exactamente –dijo Nortem algo serio.
–Tranquilo muchacho. Nos llevaremos bien, ya lo verás. Soy muy fácil de complacer –Romak se movía de una manera ágil y elegante por el salon de la casa.
–Me hablas como si fuera un niño, y no creo que seas mucho más mayor que yo... –Nortem se empezaba a poner nervioso con tanto movimiento de su tío.

–Diez años  –repuso el elfo a la vez que abría una portezuela que daba al jardín e inspeccionaba un poco los alrededores de la casa.
–¿Cómo dices? –Preguntó Nortem curioso. El elfo seguía fisgoneando a la vez que asentía con la cabeza.
–Mi hermana Erin es solo un año mayor que yo. Pero tampoco te comas mucho la cabeza, muchacho. La edad élfica no se mide como la humana. Ahora no se nota mucho, pero llegaremos a los sesenta, y tendremos la misma pinta, mientras que vosotros...
Troiik le interrumpió, pensando que ya había hablado demasiado y le dijo:
–Bueno, querido cuñado al que apenas conozco, pero que está aquí como mi guardian y protector, ¿se puede saber por qué tu querida hermana ha decidido que tenías que ser tú?
–Respuesta sencilla, Troiik. Ella prefería que fuera alguien de la familia, para que se crearan más vínculos, y para que todo quedara en casa. Aparte de Erin, sólo quedo yo. Y Riot, que es el tercer miembro de nuestro clan de protección. Pero tenía unos asuntos que atender allí en el bosque.
Troiik meneaba la cabeza de un lado a otro y se limitó a decir:

–Asuntos como esperar a tu hermana a que regresara a los bosques Kiar, ¿por ejemplo?
–No empecemos, padre. Seguro que Erin sabe lo que hace  –Nortem notaba a su padre de nuevo tenso.
–Vaya –dijo Romak, pensativo y mirando fijamente a Troiik  –cualquiera diría que no te hace ni pizca de gracia nuestro “fiel” Riot. No te preocupes Troiik, entre tú y yo, a mí tampoco me cae en gracia. Debo soportarle y acatar sus órdenes, porque está en mi mismo grupo de protección, pero... hay algo que no consigo ver, y que no me inspira confianza. Erin confía en él a muerte, así que eso me tranquiliza un poco, pero aún así...
–Sí, –dijo Troiik como queriendo estar de acuerdo–. Es eso justamente a lo que me refiero, hay algo que no me sabe bien. Sólo espero que Erin no haga ninguna estupidez.
Romak empezó a reír muy fuerte, y como ya estaba anocheciendo Nortem le hizo un gesto para que bajara la voz, aunque ni él mismo podia contener la risa.

–Sí que te ha dado fuerte, Troiik. Los celos son muy malos, ¡ándate con cuidado!

Y siguió riendo un rato más, hasta que algo lo desconcertó por completo. Sus puntiagudas orejas se erizaron por completo y se quedó quieto, inmóvil por un momento. Parecía estar concentrado en algo, escuchando el más mínimo detalle.
Cuando volvió en sí, se dirigió corriendo a la ventana, y observó que el cielo había cambiado de gris, a un gris más oscuro, y ahora casi negro. Ya no llovía, pero había silencio absoluto y una negrura inmensa. Ni siquiera se escuchaba a los caballos o a las gallinas. Romak saltó sobre la mesa del salón sacó su daga, que era muy fina y afilada, y se colocó en posición de ataque. Con la otra mano, sostenía una botellita de cristal con un líquido verde y brillante en su interior.
–¡Subid a la habitación más alta que tengáis, y escondeos allí! Ella está aquí, puedo olerla, y no viene sola. ¡Haced lo que os digo sin preguntar!

Romak sonaba serio, algo violento, pero en ningún momento asustado. Troiik y Nortem salieron disparados escaleras arriba, pero antes de haber alcanzado la mitad de los escalones, la puerta principal de la casa se abrió de golpe, y todas las ventanas del salón, de par en par. Tras un humo negro y de un olor indescriptible, apareció una dama vestida de rojo, y capa negra. De inmensa belleza y cautivante mirada. Su piel, pálida como la luna, daba un fuerte contraste al cabello negro azabache que ésta lucía. Tras ella se alzaba un grupo de unos veinte seres. Con cuerpos como los de los humanos, aunque mucho más fuertes y esbeltos, y sus cabezas eran algo sobrenaturales. Monstruosas. Tenían tres ojos enormes y un pequeño cuerno en mitad de la frente.

Sin hacer más ruido, y terminando por fin de subir la escalera de caracol, se metieron por una puertecita que daba a una pequeña habitación, muy pequeña, que Troiik utilizaba para guardar algunos recuerdos, cosas viejas, y algunas armas, solo por si acaso las necesitara alguna vez. Se agacharon y levantaron un trozo de madera, que daba al salón de la casa.
Tumbados allí, sin apenas respirar, se dispusieron a escuchar y ver que sucedía allí abajo.

–¡Entrégame la pulsera! –gritó enfadada aquella mujer. Su voz detonaba cierto malestar en contra del elfo que se hallaba allí de pie, aún en posición atacante.
­–Buenas noches, Vermella. Yo también me alegro de verte-. Romak la miraba con cierta malicia, y con sonrisa juguetona, pero esto no agradó en absoluto a la bella y malvada mujer.
–¡No te andes con estupideces! ¿Acaso has olvidado quién soy, y lo que puedo hacer contigo, estúpido y arrogante elfo?
–Tus palabras te hacen inolvidable, Vermella ¿Cómo podría yo?
–Sé que está por aquí, en algún lugar.
Vermella miraba furiosa hacia todas las direcciones, cuando de repente, fijo sus oscuros ojos de nuevo en el elfo:
–Y dime, Romak. ¿Dónde está tu querida hermana? ¿Hay alguien más en la casa, o estás solito?
Romak se disponía a contestar, cuando un ruido seco, proveniente de arriba dejó al elfo apenas sin respiración, y a Vermella concentrada en esa parte de la casa.

–¡Ratones! –intervino Romak. Están por todas partes.
–(Igual que todos vosotros)  –dijo casi en un susurro aquella oscura mujer, refiriéndose con gran desprecio a los elfos.
–Ya veo que no tienes ninguna intención de cooperar, así que le darás un pequeño recado a tu hermanita.
Romak hizo un ademán de estar prestando atención, y Vermella continuó hablando:
–En menos de una semana, si tu hermana no ha venido a verme trayendo consigo la pulsera de bronce, enviaré a un buen grupo de mi ejército a destruir Torkiam. Y no voy a tener piedad ni reparo alguno. Fallé una vez, pero tu querida hermana Martyam no estará aquí para detenerme.
Romak dio un salto para lanzarse sobre ella, al oír semejantes palabras, pero dos de los monstruos de Vermella se apresuraron a cubrirla. En ese momento, volvió a abrirse la puerta y mientras salían, Vermella se apresuró a decir:

–¡Ah! Y saludos al inepto de tu cuñado, que no ha sido capaz de salir a recibirme como es debido.
Y tras una fuerte carcajada, desapareció entre una nube de humo negro. Tal y como había venido. Romak cerró la puerta de golpe, y dió un silbido para que Nortem y Troiik bajaran de la pequeña y escondida habitación. Troiik traía consigo una cara de ira indescriptible, y Nortem sin embargo, parecía tan confuso como siempre.
–No te preocupes Troiik –intentó calmarle Romak –tiene los días contados. Todo está escrito.
Troiik no respondió, pero su mirada decía que no pararía hasta que Vermella y todo el mal que la acompañaba desaparecieran por completo.

Habían pasado ya dos días, y no tenían señales aún de Erin. Romak había salido de caza con Nortem, y Troiik se había quedado en la casa limpiando y dsiponiéndolo todo como si fueran a tener algún invitado importante. Incluso se había tomado la molestia de salir a recoger algunas florecillas silvestres, y colocarlas con un poco de agua en un jarrón tallado de madera, que él mismo había hecho. A mediodía, mientras el sol aún pegaba fuerte, divisó por la ventana de la cocina a dos hombres que corrían y se empujaban, como si estuvieran jugando. Eran Romak y Nortem. Volvían con una liebre y dos salmones del río al hombro. Y venían muy contentos. Demasiado...

–Pasad adentro, dejad la caza y la pesca, y mientras yo cocino, quiero que vayais al cobertizo a daros una ducha bien fría. Y sin rechistar-.
Troiik no estaba enfadado, pero era la primera vez que veía a su hijo borracho, y aunque ya no era un niño, esto no le agradaba.
–Sólo hemos echado un par de tragos de Aguamiel, Troiik. No es nada  –Romak sonaba aún peor que Nortem.
–¡Menuda protección que nos ha enviado tu hermana!  –dijo riendo Troiik, a la vez que le daba un empujón a Romak, para que se diera cuenta de el estado en el que se encontraba.
Nortem no dijo nada. Avergonzado y con una risa tímida, se apoyó en la barandilla de la escalera y subió a por ropa limpia y una pastilla de jabón. Cuando llegó al cobertizo, donde estaba la improvisada ducha que había hecho su padre, Romak no estaba, o al menos eso parecía, ya que no se le oía, y no podia verle.
Nortem dejó la ropa limpia en un taburete de madera que había allí, y se desnudó, cogió la pastilla de jabón y cerró las dos puertas donde se encontraba la ducha. El agua no salía muy fría debido a la época del año, y como hacía algo de calor aquel día, sentaba de maravilla.
Las paredes de madera de la ducha no le cubrían entero, lo justo para no dejar ver nada indebido, pero si se podia contemplar perfectamente su espalda algo ancha y ya con músculos de un apuesto veinteañero. Su piel, pálida y suave como la de un elfo, pero también tosca como la de un humano, le habían convertido en muy poco tiempo, en un joven muy atractivo.
Nortem estaba ya enjuagándose el jabón de su cabello, cuando cayó en la cuenta de que no había cogido nada para secarse. Se dispuso a llamar a voces a su tío, pero éste no apareció. En lugar de eso, alguien se le acercó y le dijo:

–¿Puedo ayudarte?  –esa voz era demasiado familiar para confundirla. Se sentía avergonzado, nervioso, los colores se le subieron a las mejillas...
–Kyria, dime que no has...  –la joven se echo a reir llevándose las manos a la cara, y contestó:
–¡Por supuesto que no, Nortem! Eso sería hacer trampas. Ten, cúbrete con ésto –dijo Kyria quitándose su chal, y extendiéndolo para que se lo pusiera. Y acto seguido, se dio la vuelta para que Nortem pudiera salir y taparse.
–He venido a por algo de pan. Tu padre no ha abierto hoy la tienda y varias personas del pueblo, al verme, me han encargado también sus pedidos. He venido en la carreta de mi padre  –Kyria hablaba sin poder dejar de desviar la mirada. Suerte que Nortem no podía verla.

–Hace un día estupendo, Nortem.
–Lo sé –dijo el muchacho, comenzando a caminar hacia la casa, cogiendo de la mano a su amiga, mientras se sujetaba el chal con la otra mano–. He salido de caza y pesca esta mañana con mi tío Romak.
–¿Tienes un tío aqui? –preguntó confusa Kyria.
–Es una larga historia... pero sí. Y se queda unos días con nosotros. Podrías quedarte a comer hoy, mi padre está preparando lo que hemos cazado antes. Una liebre bien hermosa, ¡y dos salmones del río!
Nortem empujó la puerta de la casa para abrirla, al tiempo que Kyria contestaba:
–Me encantaría pero tengo que llevarles el pan a las gentes del pueblo.
–¡Pero si tenemos visita, y es una dama!  –gritó Romak al ver a Kyria entrar, y ofreciéndola una juguetona sonrisa. Troiik le dio un pequeño empujon en el hombro y le dijo:

–Romak, es mucho menor que tú, y además creo que tendrías competencia.
–¡Padre! –gritó Nortem un poco avergonzado–. Podríamos dejar esta conversación...
–Por supuesto hijo, sólo bromeaba.-
Troiik guiñó el ojo a Kyria y ésta sonrió tímidamente.
–Por cierto, hijo –continuó hablando Troiik, ¿dónde están tus ropas?, no es muy decente por tu parte presentarte así en casa con una dama.
–Alguien me quitó mi ropa cuando me estaba duchando –dijo Nortem en tono sarcástico pero dirigido hacia Romak-, creyendo que era una broma buenísima.
–Anda muchacho  –repuso su tío–sube a ponerte algo antes de que se te caiga lo poco que llevas encima.
Nortem salió pitando escaleras arriba, y una vez estuvo en su habitación, se vistió, y arrojó por la escalera el chal de Kyria, que fue a caer justo a los pies de la chica.
–Muy típico de Nortem. Qué gran sentido del humor...
–¿Cómo dices?  –preguntó algo confuso Troiik.
–No, nada, hablaba para mí misma

Kyria enrojeció tan pronto se dio cuenta de que había dicho eso en voz alta.
–He venido a por algo de pan para mi familia y algunas personas que me han encargado. Como hoy no has abierto la panadería...
–Sí, bueno, estábamos algo cansados aún con lo de la feria, y mi cuñado Romak está de visita, y con tanto jaleo...
–¿Eres de por aquí cerca?–interrumpió Romak mirando fijamente a la chica. Kyria estaba algo nerviosa, la persona que se hallaba ahora en frente de ella interrogándola con la mirada, no le parecía en absoluto un ser normal.
–Sí señor. Soy de aquí de Torkiam. Nací aquí. Soy amiga de Nortem de la escuela. Hemos terminado las clases este año y ahora pues...
Kyria no sabía como continuar. El elfo la miraba sin parar, y Troiik sabía lo que tendría que venir a continuacion de esa frase, pero era obvio que la chica no estaba cómoda hablando de ello.
–Según las tradiciones de Torkiam,
–comenzó Troiik–, a los veinte años, los jóvenes ya son libres de la escuela, y pueden viajar, montar su propio negocio, o casarse... eso es lo que Kyria intenta explicarte, Romak.
Troiik miró a Kyria con ternura y esto la tranquilizó.

–Interesante, –prosiguió Romak–, y dime Kyria, ¿en cuál de las tres fases te encuentras tú, viajar, montar tu propio negocio, o casarte?
–Eso no es de tu incumbencia, –contestó una voz que bajaba las escaleras. Nortem llevaba una sonrisa burlona dibujada en la cara que lo decía todo. Estaba recién aseado y vestido con ropa limpia y lucía muy, muy bien. Romak lo miró con cara de estar orgulloso de su sobrino, por la manera en que este había hablado.

–¡Así se habla Nortem! –le dijo.
–Y bien, –dijo Nortem a Kyria –¿te quedas a comer entonces?
–De veras que no puedo, me están esperando con el pan. Otro día, quizá.
Kyria hacía una pequeña reverencia a la vez que se agachaba un poco más y cogía su chal del suelo–. Nos veremos... por ahí, ¿verdad Nortem?

–Por supuesto –dijo el chico asintiendo con la cabeza–. ¡Cuídate!

Y después de acompañarla hasta la puerta, la cerró tras de si, y su padre y su tío le atiborraron a preguntas a las que el solo se limitaba a contestar con una sonrisa.





















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